Deportes

Editorial: El ejemplo de Carolina Marín

¿SOMOS conscientes del valor de los dos campeonatos del Mundo de Bádminton ganados de forma consecutiva por Carolina Marín? ¿De los esfuerzos de Marta Garrido para lograr el Mundial de Vela de la clase 420, en Japón, con una embarcación prestada? ¿De los desplazamientos por carretera recorriendo España de las jugadoras del Sporting femenino de fútbol, campeonas de la Copa de la Reina, y del Conquero de Baloncesto, finalistas de la Copa? ¿De los desvelos de Paco Ojeda para mantener vivo al IES La Orden, primer equipo de Huelva en ganar un campeonato nacional de liga? ¿De la ilusión de la directiva del Pedro Alonso Niño de Moguer, donde se formó y jugó el también campeón del Mundo José Manuel Sierra? ¿De las horas de entrenamiento del duatleta Emilio Martín, campeón del Mundo en 2012 y podio en los campeonatos de 2013 y 2014? ¿De los desvelos de los padres del CODA -Club Onubense de Deporte Adaptado- para que su hijos practiquen deporte y ganen medallas con Huelva por bandera? ¿De la fuerza sin límites de Laura García Caro, récord europeo juvenil de marcha atlética? ¿Del trabajo de Elena Rodríguez, campeona del Mundo por equipos de tiro con arco?

Seguramente, las respuestas a esa sucesión de preguntas es no. Con algunas excepciones, las aportaciones públicas y privadas hacia los deportistas y entidades citadas apenas si les sirven para mantenerse a flote. Al igual que ocurre con los artistas y las personas vinculadas al mundo de la cultura -sometidos de forma constante a la valoración del ojo público por un resultado en ocasiones coyuntural-, tendemos a medir el esfuerzo de los deportistas como un frío balance contable de éxitos y fracasos en función de los resultados deportivos. Triunfo o derrota, la gloria o la indiferencia, las dos caras de una misma moneda que determinan el grado de apoyo económico hacia un club o un atleta. Pero hay otras consideraciones más allá de la lógica mercantilista.

Ayer, Carolina Marín afirmaba con una sonrisa que su mayor satisfacción es recibir mensajes de padres y madres que le comentan que, gracias a ella, sus hijos han empezado a jugar al bádminton y comenzado a ver los partidos del IES La Orden. ¿No es ese otro gran triunfo? Cada tarde, alrededor de 300 chavales entrenan en las instalaciones de la Ciudad Deportiva del Recre, soñando con lucir algún día la camiseta del primer equipo del Decano. Y lo mismo ocurre en otros centros deportivos donde niños y jóvenes juegan, cuidan de su salud, conviven y hacen equipo, al tiempo que aprenden que ganar requiere de un duro esfuerzo y que perder un partido no es sino un adelanto de episodios similares que tendrán que superar con entereza a lo largo de la vida.

Que el Palacio de Deportes de Huelva se rotule con el nombre de Carolina Marín Martín es un justo tributo a una campeona en las pistas y fuera de ellas, ejemplo para todos y orgullo de Huelva, Andalucía y España. Su carrera es fruto del trabajo con el deporte base. Sin más apoyos no habrá ni más Carolinas, ni canteras, ni formación.

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