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Del paraíso de Huelva a su mesa

  • Salinas del Odiel, interproveedor de Mercadona, produce en pleno Paraje Natural. Copa el 38% del mercado español. Factura 8,5 millones anuales.

Huelva pone la sal en la mesa. Muchos onubenses desconocen que la sal marina que adquieren en las tiendas de la cadena Mercadona se produce y envasa en Huelva, en pleno Paraje Natural Marismas del Odiel, cuya singular montaña blanca de cloruro sódico situada en la carretera hacia el Espigón ha logrado empaquetar para su venta la empresa Salinas del Odiel.

En apenas cinco años desde que las familias Gonzalo Ybarra y Hueso Contreras, copropietarias al 50%, empezaran a explotar en 2009 los excedentes de sal de Ercros bajo una marca propia, la enseña ha logrado erigirse en líder del mercado nacional gracias al amparo de Mercadona, con la que en 2013 selló una sólida alianza para convertirse en su interproveedor de sal (para alimentación y lavavajillas) y forjar un proyecto común basado en los parámetros de calidad y seguridad alimentaria que les ha permitido crecer de la mano gracias a la red de casi 1.600 tiendas del gigante de la distribución.

Más de un tercio de la población española -un 38%- consume su sal, el mismo porcentaje que sala su lavavajillas con el cloruro sódico que sale de la montaña, aunque de forma indirecta su cuota de penetración en el mercado alcanza el 60% gracias a que su condición de interproveedor de Mercadona, con la que mantiene una relación de fidelidad y transparencia, le ha abierto la puerta de otros a los que también suministra sal en distintos formatos hasta llegar a hacerse con una cartera de 400 clientes.

Porque, como el jamón, las fresas o las gambas, Huelva tiene otro producto de gran calidad que ofrecer con el valor añadido de producirse en pleno Paraje Natural Marismas del Odiel, declarado Reserva de la Biosfera, donde se dan las condiciones idóneas para la elaboración de un producto básico pero que encierra un laborioso proceso de producción natural que nace en el mar que baña la costa onubense y llega al consumidor envasado tras un exhaustivo control de calidad de todos los procesos para ofrecerle las máximas garantías.

"Todo comienza frente a Punta Umbría. Cuando la marea está subiendo tomamos directamente el agua del mar y tras un proceso natural de evaporación del agua en varias fases se depuran las sales indeseables hasta que llega a las 12 balsas de cristalización, donde el agua marina se desaloja cuando alcanza el grado óptimo de concentración de sal", explica Antonio Luis Hueso, uno de los copropietarios, quien precisa que, tras su cristalización, la sal se cosecha, se lava, se centrifuga para eliminar impurezas y pasa a la montaña antes de someterla al proceso de refinado que precede a la fase de envasado.

En ésta, totalmente automatizada, según detalla Lorena Martín-Recio, responsable de Calidad y Seguridad Alimentaria, "la sal en cada uno de los formatos que envasamos se recepciona, se documenta, almacena y se hace el control de calidad analizando varios parámetros antes de hacer el volcado en cada línea de producción". Luego -agrega- "eliminamos con tamices e imanes cualquier elemento o partícula que hubiera podido colarse en el refinado para tener la seguridad de que no entre ningún cuerpo extraño, se pasa toda la producción por un detector de metales, se vuelven a revisar parámetros como la humedad, el peso o la granulometría y se envasa según el formato".

En la última fase, se procede al control de trazabilidad, totalmente informatizado, mediante el uso de códigos de barras incorporados al sistema de paletizado y la identificación con matrículas de los lotes, que se someten de nuevo a otro control de calidad de los mismos valores del volcado antes de liberar el producto matriculado para su envío al destino del pedido "no si antes guardarnos muestras que conservamos durante un año por si surgen reclamaciones".

Un perfecto engranaje que tiene su origen en 2009, cuando la firma de capital andaluz decidió empezar a explotar el excedente de sal Ercros para su comercialización. Reactivó el complejo pero el gran impulso llegó en 2013 como interproveedor de Mercadona, lo que, según Joaquín Gonzalo Ybarra, también copropietario, "nos ha permitido crecer ya que de otra forma hubiera sido difícil" teniendo en cuenta "que hemos sido los últimos en llegar a un mercado muy competitivo". "En España sólo hay cinco o seis centros de producción pero tenemos la ventaja de producir sal marina atlántica, con menos presencia de metales que la mediterránea, y de una gran calidad, certificada con la norma IFS (International Food Standards) y BRC (British Retail Consortium)", afirma Antonio Luis Hueso, quien subraya que las salinas, como uno de los aprovechamientos de los recursos naturales del paraje, reflejan "el equilibrio perfecto entre progreso industrial y desarrollo sostenible" cuyo mejor ejemplo es su condición de segundo mayor hábitat nacional de flamencos, ave que luce en su logo: "Aquí es el que manda."

Salinas del Odiel, que el pasado 2 de junio adquirió a Ercros las salinas junto con la planta de Palos, dedicada a la producción de cloro y sosa cáustica, tiene una plantilla fija de 68 empleados, a los que hay que sumar otros 40 en la fase de cosecha, todos ellos directos.

La empresa, con un volumen de facturación anual de 8,5 millones de euros y una capacidad de producción aproximada de 200.000 toneladas en 1.300 hectáreas, ha invertido ya tres millones "aunque seguiremos invirtiendo ya que o si no estás muerto", avanzó Joaquín Gonzalo, que desveló un proyecto, con la colaboración de la UHU, de rentabilización de subproductos como las microalgas o el betacaroteno, con aplicaciones en los campos de la energía, la cosmética o la nutrición. Un negocio directo al grano.

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