Cuando te vas

Millones de españoles votan contra España apoyando a partidos que buscan su descuartizamiento

No teman porque no les voy a comentar las elecciones de antes de ayer. Estoy fuera de España. Me fui antes de la jornada electoral y estoy buscando la manera de no volver, al menos una temporada. Estoy buscando acomodo en un país en el que la gente nazca, conviva, se reproduzca y muera sin odiarse a sí misma. O sea, una nación normal. Un diputado catalán de un partido constitucionalista me enseñó el camino. Ha escrito el buen hombre una frase en su cuenta de twitter que a mí me ha hecho más mella de la que él pueda imaginar. Nacido, criado y residente en Barcelona, catalán y barcelonés por todos sus apellidos, dejó escrito hace unos días: "Lo mejor que te puede pasar en Barcelona es cuando te vas". A ese grado de atmósfera irrespirable ha llegado su ciudad del alma, la de mayor delincuencia en España. Y a mí la frase comenzó a golpearme las meninges pero referida a toda España. Y me convencí y me fui. Y ahí ando dilucidando si la égida será temporal o definitiva. De momento he puesto dos mil kilómetros de tierra por medio. Y es que hoy, lo mejor que te puede pasar en España es cuando te vas y dejas de ver y oír cosas que agreden la vista, el gusto, el olfato y el alma misma. Una España en la que unos presos, sobre los que pende una condena de hasta 25 años de cárcel por el gravísimo delito de alzarse contra el orden constitucional, puedan ser elegidos diputados y pasearse por la sede de la soberanía nacional, que ellos han tratado de derribar, es sencillamente nauseabundo.

No quiero vivir en ese país. Deploro una sociedad como la mía, la española, donde casi todo me parece que anda al revés. Los padres acojonados con los hijos, no vayan a denunciarlos. Los menores chuleando a los mayores porque se saben impunes. La policía comedida y los delincuentes desmelenados. Una sociedad con una natalidad que la lleva a la extinción mientras mata a más de cien mil niños anuales en los vientres de sus madres, entre la indiferencia, cuando no de la satisfacción, de una mayoría. Unos españoles, millones, que votan contra España, apoyando a partidos que buscan su descuartizamiento. Una España, otrora católica, en la que demasiados curas y obispos, han cambiado el culto al Dios verdadero por la adoración al becerro de oro del nacionalismo y su hijo predilecto el terrorismo. Una España en la que la detención de un asesino etarra, con decenas de muertes a sus espaldas, entre ellas 6 niños, es acogida hasta con cierta incomodidad. Podría seguir enumerando espantos hasta pasado mañana, pero lo dejo. De momento toca salir y coger aire. Adiós.

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