Otros muertos, demasiados horrores

Incapaz de soportar la visión de tanto dolor, Sebastiao Salgado renunció a la fotografía de carácter social

Terminaba el Surcos Nuevos de la semana pasada hablando de la Fiesta de Muertos mexicana y de los sentimientos que transmite. Escribo este bajo la impresión del magnífico documental sobre la vida y la obra de Sebastiao Salgado, que hemos podido ver en el Gran Teatro dentro de la programación de Latitudes, esa panorámica de la mejor fotografía mundial que cada año disfrutamos en Huelva por estas fechas. Por cierto que en esta edición, alterando su tradición, la convocatoria da cabida a fotógrafos de Huelva, lo que considero un acierto teniendo en cuenta la calidad que se prodiga por estos lares en este arte. Pero volviendo al fotógrafo brasileño y a la película La sal de la tierra, realizada por Wim Wenders con el hijo de Salgado, el Premio Especial en la categoría Un certain regard de Cannes 2014 da fe de su calidad. También el Premio del Público de ese mismo año en San Sebastián acredita el fuerte impacto que producen en las conciencias el relato y las imágenes que plasman el trabajo de centenares de miles de hombres en condiciones que podríamos calificar de infrahumanas o, más estremecedoras aún que estas, las deÉxodos. Aquí, entre los testimonios captados en cuatro continentes, el más escalofriante es quizá el de las masacres de Ruanda en las guerras entre hutus y tutsis en 1994. En ellas, buena parte de la responsabilidad, por complicidad o por omisión, corresponde al conjunto de la humanidad.

Otro horror del mismo género, el de la II Guerra Mundial, hizo decir al gran escritor ruso Vasili Grossman en Vida y destino: "Todos los hombres son culpables ante una madre que ha perdido un hijo en la guerra; y a lo largo de la historia todos los esfuerzos que han hecho los hombres por justificarlo han sido en vano".

Sintiéndose incapaz de soportar la visión de tanto dolor, Sebastiao Salgado renunció a la fotografía de carácter social y abordó el proyecto Génesis, cuya intención era dar a conocer lugares del mundo donde todavía se mantiene la Naturaleza intacta. Además, con su mujer Lélia Deluiz, concibieron el Instituto Terra, que ha conseguido devolver su verdor original a 7.500 hectáreas de superficies degradadas por la tala y la sobreexplotación ganadera en el pueblo natal del fotógrafo en Minas Geraes. Todo esto lo recoge vívidamente el documental que, por ello, merece ser recomendado a todo tipo de gentes y especialmente a los de mentalidad xenófoba y supremacista.

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