La inercia lastra nuestra cultura

Las instituciones y la ciudadanía coinciden en el diagnóstico de falta de equidad

En buena parte del siglo XX, París pudo ostentar con justicia el título de capital de la cultura y no solo europea. De la segunda mitad de la centuria nos ha quedado un indicio bien significativo con la impar galería de retratos "Mis amigos los cabezones" (Mes amis les grosses têtes), de nuestro amigo Antonio Gálvez, al que tanto echamos de menos, ante cuya cámara mágica posaron un centenar de personajes relevantes que buscaban en la Ville Lumière, donde residían él y Geneviève, la inspiración adecuada para sus creaciones. No hace mucho, de la mano del Instituto Cervantes y del OCIb - Otoño Cultural Iberoamericano, se presentó la colección en las salas de Huelva y Sevilla, para viajar a continuación por diversos Centros del Instituto en Europa y África.

En nuestro siglo la hegemonía cultural está más repartida. Podríamos hablar de países nuevos en estas lides, a los que los petrodólares permiten lucir muestras llamativas de cultura -o adquirir grandes equipos de fútbol- más que para el disfrute de sus ciudadanos, para ser exhibidas como trofeo que mitiga una sed exhibicionista nunca satisfecha. Y ahí están, en la cumbre cultural, Nueva York o Londres, aunque para mí "siempre nos quedará París". También Madrid acoge muestras destacadas, tanto de las artes que llegan de Europa como del otro lado del Atlántico.

Y en Andalucía, ¿qué tal andamos? Podría parecer que bien, gracias, si pensamos en la atracción que ejerce la cultura disfrutable en la Sevilla monumental o la Málaga de los museos mediáticos; que tienen, por cierto, una traducción halagüeña en la balanza turística y, por ende, en la prosperidad económica. Añadamos a Córdoba, que lucha por posicionarse cerca de la cabeza y ha obtenido inversiones millonarias para equipamientos culturales, que sin embargo podrían ser cuestionables. En el resto de las provincias, el panorama es bastante lamentable. En Huelva, tristísimo. Por supuesto, que las reivindicaciones tienen en cuenta la situación demográfica de cada provincia. Pero aún así el desequilibrio, la falta de equidad, son patentes. Curiosamente, la generalidad de instituciones públicas y privadas, junto con la ciudadanía concienciada, coinciden en el diagnóstico. No obstante, la adopción de medidas correctoras es frenada por inercias que parecen insuperables. Todos debemos esforzarnos para que no lo sean. Volveremos sobre el tema.

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