
Gafas de cerca
Tacho Rufino
Planazo en Castel Gandolfo
Notas al margen
LA falta de autocrítica en el PSOE refleja el sometimiento de sus dirigentes con Pedro Sánchez. Que entre sus ministros nadie discrepe o que ni un cargo público le lleve la contraria es tan extraordinario como triste. El mismo pasotismo del personal ante la corrupción se ha instalado en unas instituciones vacías de contenido, que en la práctica parecen meras agencias de colocación, donde los parlamentarios ni parlamentan. Los socialistas han cambiado sus ideas por el manual de resistencia de Sánchez. Han defendido una cosa y la contraria tantas veces con los independentistas, por ejemplo, que algunos no recuerdan quiénes eran. Más allá de si la amnistía impuesta por Puigdemont, a cambio de la Moncloa, es constitucional o pura perversión del poder, lo que asusta es que Sánchez traicione sus principios y su palabra arrastrando a todo un país sin dudarlo.
Al presidente le encanta llamar la atención, como se vio en la cumbre de la OTAN, y no siempre para bien. Se puede discutir el gasto en defensa, porque no se dice por qué un 5% ni para qué exactamente. Razón de más para que el seguidismo del tal Rutte llamando “papi” a Trump sea sonrojante. Incluso es obligado recordar a los socios, en privado, que Trump no puede forzar su voluntad a capricho. Pero de ahí a empañar la imagen exterior de España por su supervivencia política va un mundo. Su estrategia pasa por la polarización y lo lógico habría sido capear al excéntrico inquilino de la Casa Blanca y ganar tiempo. Que no le perdone Trump y su inaceptable amenaza con los aranceles es quizá lo de menos. Pero tampoco lo harán Italia, ni Francia, ni Alemania... Nadie le toserá a Trump para defender a Sánchez tras desmarcarse del resto. Levantar una barrera con los aliados tradicionales para desviar por un día la atención no ha sido buena idea. Seguro que no consultó a nadie porque tiene un sentido patrimonialista del Gobierno y de un partido hecho a su medida. García-Page es más libre porque tiene poder. Pero los diputados le deben obediencia ciega desde que perdieron las municipales y Sánchez les rescató para el Congreso. Esos son los cálculos de su instinto depredador. El malestar interno crece pero nadie reacciona y da el primer paso, a la espera de que otros lo hagan para unirse cuando el camino se despeje. El PSOE es hoy un partido domesticado cuyos comités de dirección se limitan a hablar bien del Gobierno. Los veteranos sí protestan, pero quienes están en plantilla ni rechistan. Primero los caudales y luego los ideales. Sánchez quizá pase a la historia pero no como le gustaría. Si sigue así, será recordado por levantar un muro, por llevar todo al plano ideológico para tensionar el ambiente y por la corrupción. Que la tierra sea leve a los debates internos.
También te puede interesar
Gafas de cerca
Tacho Rufino
Planazo en Castel Gandolfo
Postrimerías
Ignacio F. Garmendia
Templos mudos
Crónica personal
Pilar Cernuda
No acaba la pesadilla para Pedro Sánchez
Cambio de sentido
Carmen Camacho
La no-sucursal
Lo último