Hay una ola de violaciones en España? Me hago esta pregunta después de coleccionar mentalmente una barbaridad tras otra, un día tras otro, atravesando toda la geografía nacional -Bilbao, Manresa, Beasain, Magaluf, Huelva- y escuchando su eco a través de todos los medios. Quizás sea el primer indicio de esta percepción, que lo que antes no pasaba de un breve en la página de sucesos ahora copa minutos en los informativos y se multiplica en las redes. Las agresiones sexuales han estallado con rotundidad en la agenda mediática.

Pero no es solo el cambio que se ha producido en los medios, convertidos en altavoz que visibiliza la violencia. A poco que se busquen datos se confirma que hay muchas más: las agresiones sexuales con y sin penetración han aumentado más del 20% en el último año. De hecho, según las cuentas criminales del Ministerio del interior, son el delito que más ha subido en ese periodo, por delante de los secuestros o el tráfico de drogas. Se incrementa también el número de presos encarcelados por ese motivo, que son ahora más del doble que hace 20 años.

Dicen los expertos que hay más delitos porque se denuncia más. También dicen algo más desesperante: que existe un porcentaje muy alto de violaciones no denunciadas, un vacío silencioso del 70 u 80%. Así que esa supuesta ola de violaciones es solo la punta del iceberg… Da escalofrío pensarlo: casi tres de cada cuatro agresiones siguen amordazadas por el miedo y la vergüenza. Es lo mismo que decir que la violencia sexual no se ve porque no queremos que se vea. Porque el estigma aún colea, porque las víctimas piensan que no van a ser creídas, porque escondemos bajo la alfombra los abusos cotidianos, normales. Porque, en fin, aún falta perforar un grueso manto de conductas machistas y sexistas hasta llegar al meollo de una conciencia crítica.

Yo prefiero pensar en esa mujer de cada cuatro que da un paso al frente, y se atreve a contar con valentía y con dolor que ha sido víctima de una agresión sexual. Esas otras que deciden apoyarla, salir a la calle si hace falta a gritarlo con pancartas. Esas mujeres, todas las mujeres, que ya no toleran actitudes y abusos hasta hace poco considerados normales. Y esos hombres y mujeres que protagonizaremos el cambio más importante, el de las causas. Porque importa que las agresiones dejen de ser invisibles, pero importa mucho más descongelar los mitos, tradiciones e ideas que oculta ese maldito iceberg.

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