Anda Sevilla de celebración por el 30 aniversario de la Expo 92, esa que tan cerca tuvimos pero que tan lejos nos dejó su legado. Cambió una ciudad por completo, la hizo entrar en los nuevos tiempos. Fue una apuesta grande y ambiciosa por parte de las administraciones de entonces. Un pensar en máximos que tanto se echa en falta hoy. Poner el listón de la exigencia lo más alto posible debería ser una obligación. Pidamos, luchemos por la cota más alta que el camino nos dirá hasta qué punto fuimos capaces de llegar en el empeño.

Hace 30 años ya de las gorras blancas de Curro, las excursiones con el colegio y los planes familiares. A los ojos de un niño hay imágenes que se quedan grabadas para siempre. Todavía recuerdo el impacto del pabellón de la Navegación con un suelo de madera que crujía como los navíos de época, el calor del desierto en el de Arabia Saudí con su arena fina, el Toyota de Carlos Sáinz padre en el pabellón-acuario de Mónaco, los espectáculos exóticos en edificios coloridos de países que ni sabía que existían y el show final en el gran lago. No había internet, redes sociales ni Netflix. Apenas sí contábamos con unas cuantas cadenas de televisión españolas y eso nos hacía vírgenes al impacto. Era conocer un mundo de ciencia ficción. En la inocencia infantil aquello era vivir Blade Runner con 45 grados a la sombra. Los onubenses fuimos turistas de la Expo.

La exposición fue una oportunidad de progreso personificada en unas siglas ingeniosas que desde entonces alimentan la frustración de la provincia que más cerca estuvo y más lejos se quedó. El 21 de abril de 1992 el AVE paró tras su primer viaje a 90 kilómetros de Huelva. Ninguna capital de España se encontraba tan cerca. Fue la mayor obra de ingeniería ferroviaria de la historia nacional. Una apuesta que demostró el futuro del transporte por raíles de forma rápida, cómoda y limpia. Las hemerotecas de entonces están llenas de promesas. Las obras de su ampliación a la provincia onubense eran inminentes. En la siguiente oportunidad sin duda que llegaría.

Y así fueron pasando los años, los planes, las propuestas, las maquetas (¿para cuándo un museo de maquetas en Huelva?), los plazos, los estudios, los trazados... Las inauguraciones en televisión por todo el territorio. Su llegada a la provincia siempre fue inminente y los retrasos culpa de quien gobernaba ese momento. Cambiaron los líderes, las siglas, se turnaron unos y otros. El progreso siguió parado a 90 kilómetros. Ni un metro más cerca en 30 años.

Si no fue entonces, permítanme que dude que sea alguna vez. Perdimos ese tren.

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