Tenemos la fea costumbre de honrar a los ausentes, como si fuera preciso esperar su marcha para reconocerles su labor. Es algo contra lo que me rebelo. No se puede ser más injusto que negarles ese momento, porque es suyo. Se lo han ganado y tienen que vivirlo rodeados de su gente. Los honores hay que disfrutarlos en vida. En presencia de quien acumuló los atributos. Nadie se lo merece más que ellos. ¿Por qué hay que esperar? No entiendo que salvo aquellos casos inesperados o trágicos no podamos rendir nuestro afecto por quienes están entre nosotros, compartiendo instantes únicos a su lado.

Quien hace méritos en vida para recibir honor y reconocimientos merece disfrutarlos. Ser partícipe de ello. Es la justa recompensa de aquellos que aportaron lo suficiente a la sociedad como para ésta los tenga en consideración.

Me encantó la imagen de Víctor Márquez Reviriego, al que no tengo el gusto de conocer en persona, posando con su busto tras el reconocimiento en el paseo de los comunicadores junto al Centro Jesús Hermida. Puedo imaginarme el profundo orgullo que debió sentir y la alegría de todos sus seres queridos. Sus méritos son los mismos hoy que los que tendrá en un futuro.

Dentro de una unos días un personaje clave en la historia de la Huelva moderna tendrá su momento. Tras Marín Rite y Juan Ceada le toca el turno a Pedro Rodríguez. La imagen de los tres juntos durante el rotulado de la calle del primero de ellos es una entrañable estampa, historia de la democracia de esta ciudad. Pedro, Perico, Rodri... Tendrá avenida en la ciudad, una muy acertada fruto del empuje urbanístico que impulsó durante su mandato. Es probable que a partir de ahora altere su itinerario matinal por la Ría para pasear por el bulevar de la Avenida de Andalucía que llevará su nombre.

¿Acaso es necesario esperar? ¿A qué? Son dos ejemplos unidos en el tiempo de una costumbre que debería imponerse. Tiene esta sociedad onubense otras muchas figuras que merecen su momento, su homenaje presente, disfrutarlo acompañados de los suyos, sentir que esa ciudad o provincia por la tanto dieron en vida se lo ha sabido reconocer. Luego, cuando se tengan que marchar como nos iremos todos nos quedará su recuerdo. Nadie asiste a su propio minuto de silencio.

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