Somos unos guarros. Usted, nuestro vecino y yo, todos los somos. Aquí en Huelva, en su pueblo y en Pekín. Vaya donde vaya. Nos quejamos con razón de la suciedad que tienen las ciudades, del mal estado de conservación de algunos espacios públicos o de que esté roto el banco donde me siento cuando doy un paseo con el niño. Es cierto que en muchos casos los servicios públicos son mejorables, pero no lo es menos que los principales responsables somos nosotros. Y por mucho que nos quejemos bien haríamos en reflexionar solitos, poner más de nuestra parte y cumplir como ciudadanos por la convivencia. Es como querer hacer responsable al perro que ensucia la acera y no al propietario. Claro que la basura es normal, que la sociedad la genera y resulta inevitable. Para eso están los servicios públicos, pero no para corregir nuestra dejadez.

Caminar por la ciudad un domingo por la mañana te ofrece una visión de lo que somos. Es un buen ejercicio cuando no te ha quedado otra que madrugar. Ya que estás, observas. Un ejemplo de ayer mismo en la calle Rascón. A medio metro (y no exagero porque prácticamente se apoyaba en su base) de una papelera en pleno centro una botella de las grandes ahí tirada. El artista no tuvo tiempo, energías, ni ganas de estirar el brazo un poco más para dejarla en su sitio. Enhorabuena, campeón/a. No digo ya en el contenedor de reciclaje, sino al menos en una papelera. Espero que te haya cundido la hazaña.

Vivo en la calle peatonal de Huelva con más tráfico del mundo. Raro es el día que no tengo que esquivar coches o hacer una verdadera yinkana para salir de casa con vehículos aparcados a medio metro de la puerta, otros en doble fila y muchos que vienen solo para 'cinco minutos'. Pero también los residentes pecamos. Al salir del garaje hay una escapatoria de 20 metros en dirección contraria que ahorra dar una vuelta eterna de tres minutos a la que recurrimos todos los que podemos. Aquí no hay nadie inocente.

El bolardo que regula la entrada de la calle parece un punto de información. Siempre hay alguien alrededor viendo cómo pasar, incluso esperando pacientemente que llegue un coche para pegarse a él y entrar. De verdad, no tenemos solución.

Así que paso a paso por una ciudad vacía toca reflexionar si no podríamos poner todos un poco más de nuestra parte para mejorar la convivencia. Solo un poquito. Quizá con ensuciar solo lo justo conseguimos vivir en un espacio más limpio. Nadie puede hacer más por el mantenimiento de su ciudad que quienes la habitan. Nos hace falta mucha educación cívica.

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