Dentro de unas horas el año termina. Cuando las doce campanada despida a los doce meses del 2021, abriremos nuestro corazón a un mundo nuevo de esperanzas, que espante el fantasma invisible de un virus que nos condenó a una incertidumbre que era agonía en el temor. Hoy, queremos enfrentarnos a un Año Nuevo de incertidumbres. Sabemos que la pandemia no está vencida, pero vamos viendo aclarar esa tormenta que tantas vidas se llevó. Este año que se va ha sido , con el anterior, el que dio comienzo al año de las mascarillas a taparnos el rostro como Luis Candela, José María el Tempranillo y tantos otros que deseaban ocultar la realidad. Pero algo, muy importante hemos sacados en conclusión, que sin la vacuna y la mascarilla nuestra vida está en un hilo, porque desgraciadamente el virus Covid, no se ha ido y según los entendidos tenemos que seguir por mucho tiempo a convivir con él, pero con más esperanzas que antes.

Más de dos años han sido de prueba contundente porque si sentimos miedos, ahora nuestro espíritu es otro. Pocos podrán decir que la pandemia no lo han cambiado. Hemos perdido meses de alegría, pero hemos ganado muchos puntos enteros en solidaridad. Hemos comprobado en vivo, que la soledad es mala, que la falta de conversación con los demás nos aísla, que el silencio y el confinamiento nos hurta alegría y nos crea depresiones.

La pandemia falsea la política y mata la economía. Pero hay una luz en el camino: el virus es mas estudiado, más conocido en el campo de la ciencia y su dominio está más cerca. Pero ya, dentro de pocas horas, las manecillas del reloj volverán a juntarse a las doce de la noche y un intimo escalofrío, donde la dicha y la amargura se mezclan en nuestro sentir humano, nos dirá que al menos en esta hora cero del tiempo el mensaje de Paz y Amor que un día brotó en Belén, será siempre un asidero para agarrarnos fuertemente a lo mas puro y esencial del género humano: la fe.

De pequeño , me contaban una leyenda que me impresiona. Decía que en la noche del día 30, mientras se presentía la alegría de la fiesta de Nochevieja, había lugares donde la tristeza del silencio no tenia colores, se refería a los camposantos, a las sepulturas sin nombres, a los recuerdos en el olvido, por eso el mes tenía un día más para que nuestros corazones se unieran en oraciones, en vivencia , al tiempo pasado con esos familiares queridos que ya no están con nosotros. Ellos, con el gozo de habernos dado la vida y cuanto somos viven hoy un año más en una feliz eternidad. Y nosotros con ellos, queremos ser intérpretes de una fiesta en que todos juntos, sin tiempos, sin rencores, llenos de afecto, nos unamos en la última campanada del reloj y llenos de alegría elevemos nuestra petición más sincera, llena de esperanzas para una nueva época. Una época donde todo sea posible. Donde la verdadera luz esté el fondo del espíritu. Donde todo sea Paz y Bien. La puerta de entrada está abierta y el saludo siempre será el mejor .¡Feliz Año Nuevo!

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