Tal vez los indiferentes, los de la tradición familiar o sentimental, los conspicuos de siempre aunque caigan chuzos de punta, los confiados, los sumisos voluntarios (que dicen) no digamos los paniaguados de estómago agradecido y, por supuesto, los aducidos, sectarios y fanáticos, dirán que exageramos o conspiramos, como una especie de gurús del desastre si decimos que sentimos vértigo al contemplar nuestras perspectivas actuales, como si nos asomáramos a un insondable abismo rebosante de calamidades y terribles amenazas. Y todo ello si miramos hacia dentro o hacia fuera de ese desesperante averno.

En el interior porque vemos con creciente pavor la fragilidad de nuestras instituciones democráticas, de nuestras garantías constitucionales, de los fundamentos de nuestro Estado de Derecho. En suma de nuestra normalidad democrática tan duramente conseguida y mantenida. Alarma que sea posible pactar con quien ha delinquido y promete reincidir. Recuerdo aquella secuencia de la película “Espartaco” (1960), del genial Stanley Kubrick, con un excelente guion de Dalton Trumbo – uno de los perseguidos por la llamada caza de “los claveles rojos” – en la que Julio César reprochaba a Sempronio Graco haber pactado con los criminales piratas para abortar la huida de los esclavos rebeldes. El senador le contestaba: “Si un criminal puede darte lo que deseas, ¿por qué no pactar con él?”

Desde cualquier planteamiento ético y moral es inadmisible que el presidente del gobierno anime a suscribir la amnistía “en nombre de España”, cuando su posible aprobación se debe al apoyo de partidos nacionalistas que están en la coalición gubernamental favorecidos por una Ley electoral que les beneficia a pesar de haber conseguido un ridículo número de votos y que, además, se esfuerzan por separarse del país, minando su estabilidad, vulnerando los principios fundamentales de la democracia y amenazando con inaudita provocación y alevosía con perpetrar un nuevo golpe de Estado por su independencia. Y todo para que el propio presidente siga en su cargo y el despreciable prófugo que lideró el delito, quede indemne y pueda dirigir un nuevo intento independentista. Una amnistía que, además, eximirá de devolver diez millones malversados, obligará a reembolsar las fianzas y saldar la deuda catalana.

Y en esa visión apocalíptica de la actualidad, por si fuera poco lo nuestro, contemplamos, estremecidos, la perspectiva bélica en el momento en que componemos estas líneas, que no puede ser más inquietante y devastadora. Una vez más el terrorismo de Hamás con sus más crueles y sanguinarias iniquidades ha incendiado ese foco irredento y explosivo capaz de extender el conflicto y sus consecuencias a otras latitudes también problemáticas. Nos sorprendía otro pasaje cinematográfico en la película “El avión del presidente”, con una frase de uno de los personajes tan desconcertante como el polémico film de Wolfgang Petersen: “La atrocidad y el terror no son armas políticas”.

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