En la viñeta, que me ha llegado por WhatsApp, un niño subido en una silla se estira para alcanzar los libros de una estantería colocada demasiado alta para su corta estatura. Pero, debajo de la estantería, sobre la pared y esta vez sí, al alcance fácil de su mano, se ha situado una amplia selección de diversos tipos de armas. O sea, facilidad para el acceso a instrumentos que matan frente a la dificultad para llegar a los medios que transmiten cultura y -se supone- posibilitan una vida más plena. Es una lástima que no pueda apreciarse el nombre del dibujante, que merece elogios por su acierto al contar de forma tan expresiva su visión de la dialéctica entre las armas y las letras.

A primeros de mayo el presidente Trump llenó hasta la bandera de las barras y las estrellas la asamblea de la todopoderosa Asociación Nacional del Rifle (NRA), la entidad que financió de forma sumamente generosa su campaña electoral y que, amparada en la segunda enmienda de la Constitución americana, defiende a ultranza el derecho de los ciudadanos a la posesión, uso y transporte de armas mortíferas que, si bien les pueden servir para defenderse de amenazas externas, con trágica frecuencia son utilizadas por perturbados que protagonizan episodios de matanzas indiscriminadas en centros escolares. En el acto mencionado el presidente norteamericano, que ya nos tiene acostumbrados a sus afirmaciones tajantes, proclamó que el derecho a armarse procede no del Gobierno, sino directamente de Dios.

La impresionante asamblea de la NRA trataba de silenciar los ecos de los millares de participantes en la Marcha por Nuestras Vidas, convocada tras la masacre del 14 de febrero en la que un joven transformó en odio un amor no correspondido y causó 17 muertos en una escuela de Parkland (Florida). Pero pocos días después, el 18 de mayo, en Santa Fe (Texas) otro adolescente asesinaba a diez personas más. Con ese motivo un presidente compungido imploraba a Dios ante las cámaras que acogiera en su seno a los fallecidos. Con el repetido recurso a Dios, bien para legitimar el uso de las armas o para pedirle amparo para víctimas de una violencia que las leyes podrían haber evitado, olvida Trump que el Éxodo advierte de que "no dará por inocente Jehová al que tomare su nombre en vano". También se le podrían recordar las palabras de Isaías: "Convertirán sus espadas en rejas de arado y sus lanzas en hoces".

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