La reciente muerte del que fuera gran actor Kirk Douglas, me ha llevado a revisar dos de las obras maestras dirigidas por Stnaley Kubrick, protagonizadas por el centenario intérprete: Senderos de gloria (1957) -referente notable de la actual 1917- y Espartaco (1960). Un excelente guión de Dalton Trumbo, uno de los más significativos "claveles rojos", perseguidos por el senador Joseph McCarthy y su implacable Comité de Actividades Antiamericanas, la caza de brujas que imputó a numerosos cineastas estadounidenses. En una escena de la película hay un intenso diálogo en el que el senador, Sempronio Graco, adversario de Marco Licinio Craso en la cámara senatorial, ante las imposiciones del acaudalado tribuno, le decía a Julio César: "Si un criminal tiene lo que tú deseas, ¿por qué no pactar con él?". He aquí una praxis política que se ha perpetuado en el tiempo y la actualidad nos sitúa en primer plano.

"La política hace extraños compañeros de cama", es una frase que se atribuye a Winston Churchill. Es un axioma que se ha cumplido en numerosas ocasiones, sea para sufrir de insomnio o peores trastornos. Es esa sospechosa convivencia la que pone de relieve falsedades o silencios cómplices, como los que se manifestaron en el Congreso, donde los requerimientos de la oposición para que aclarara a los ciudadanos el misterio de la extraña entrevista en Barajas entre el ministro Ábalos y la vicepresidenta de Venezuela, Delcy Rodríguez, no sólo no tuvo la respuesta convincente que todo Ejecutivo debe a la ciudadanía sino que dio lugar a nuevas evasivas y reiteradas mentiras. Tal ocultamiento de la realidad con contradicciones insistentes y por supuesto dudosas, no hace más que fomentar todo tipo de suspicacias e intrigas. Mentir en sede parlamentaria es una intolerable ofensa a un Estado democrático.

Mientras el Gobierno se debate en esas aguas turbulentas de la trama venezolana, en la que se implica Podemos, y la de su servidumbre al independentismo, la dichosa entrevista no deja de asombrarnos o indignarnos. Más cuando el propio dictador Maduro, con su venenosa y matonista ironía de costumbre, califica la conversación entre Ábalos y su vicepresidenta de secreto sobre "cosas muy interesantes". Para el dictador bolivariano los secretos forman parte de su abyecta y tiránica política pero no para una democracia de un Estado de Derecho, que debe ser trasparente y diáfana para todos sus ciudadanos. No lo parece si las insinuaciones de Maduro se confirman por parte del Ejecutivo español, que con su silencio, su errónea estrategia y las distintas versiones que el ministro ha revelado, avala la sensación de engaño que tienen la mayoría de los españoles. Con su verborrea fácil, la vicepresidenta Carmen Calvo dijo: "Venezuela no le importa a nadie". Una incalificable falta de respeto al pueblo venezolano oprimido, lacerado, hambriento, exiliado y humillado por unos sátrapas sin escrúpulos.

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