Habría sido muy bueno que este artículo estuviera complementado con imágenes de la ciudad de la que habla. No es posible, pero el lector interesado podrá ver esta misma noche un reportaje sobre San Petersburgo en TVE. No ha sido planeado, es solo una coincidencia. Los visionantes se encontrarán con una de las grandes capitales europeas, al nivel de Madrid, Barcelona, París, Roma o Berlín. Con la diferencia de que es, con mucho, la más joven de todas ellas, apenas trescientos años de edad, primera infancia para una ciudad. Han sido evidentemente tres centurias muy bien aprovechadas o mejor dicho, tan solo dos, ya que la magnificencia de su centro histórico es producto casi exclusivamente de los siglos XVIII y XIX. En el XX, con la revolución de 1917 y durante el largo periodo de paraíso soviético, puede decirse que la ciudad perdió, no solo la capitalidad de la nación rusa, sino el impulso del gusto o capricho de los zares, que no habían escatimado medios materiales ni humanos para rivalizar con ventaja con las otras cortes europeas.

Famosos arquitectos y urbanistas, sobre todo italianos, y el trabajo, con frecuencia inhumano, de millones de seres, fue configurando la ciudad como hoy la vemos. Hay una fecha clave, que es la de la victoria sobre Napoleón en 1812, en plena etapa de fervor clasicista, cuando se construye uno de sus monumentos esenciales, la catedral de San Isaac. El ingeniero canario Agustín de Betancourt, un fichaje estrella de Alejandro I, dejó en ella su impronta con la invención de sistemas originales para elevar las imponentes columnatas de sus fachadas. Pero también surgieron del genio del español los proyectos de acueductos, puertos, puentes, fábricas, carreteras… y a él se le encomendó la creación y dirección de la Escuela de Ingeniería. Una prueba de que su memoria permanece viva es que el gobierno ruso le ha dado su nombre la pasada primavera al nuevo puente sobre una rama del río Neva.

Además de estos datos, que dudo aparezcan en el programa de la 1 o en las guías turísticas al uso (tendemos a olvidar a nuestras grandes figuras civiles), con la obligada visita al museo del Ermitage, palacios, iglesias de diversos cultos, paseos por parques, plazas y canales, recomiendo vivamente el Museo de Arte Moderno Erarta, donde estos días causa sensación una impresionante colección de grandes esculturas de Salvador Dalí, otro español universal.

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