La primavera estalla cada año con el sonido alegre y devoto que traslada nuestro corazón a la Puebla de Guzmán.

La llegada de esa luz espiritual de amor mariano, se hace camino a la Peña de nuestros amores.

Y Huelva se apresta un año más para reunir a los romeros que ponen su vida en una romería sin par que siempre guardo para mis bellos recuerdos de juventud.

Todavía parece ayer cuando se levantaba el estandarte onubense de la Peña, y en el año 1991 se hacía adelantado en la promesa de un camino lleno de ilusiones y de alegrías.

La campana de la Ermita anuncia el esplendor romero que un pueblo enamorado de la Virgen pone cada año el último domingo de abril.

Y la tradición del tiempo se inclina a los de ahora, para recordar lo que fue y lo que es la Romería de la Virgen de la Peña.

La Hermandad de la Peña se viste de oro, en un año especial. Se cumple un centenario de la romería que nos congrega ante un altar, ante un paseo procesional que es gozo y amor desbordado de nuestros corazones para la Virgen.

Cien años de amor constante en la Puebla. Veintisiete ya de la expresión onubense de la capital, peregrinando hasta unos de los parajes más bellos de nuestra provincia.

¡Qué lejos está ya aquel Pregón que te ofrecí, Madre mía..! ¡Varias décadas separan aquel gozo que un día mi alma te ofreció en palabras de amor!

Y hoy, al cabo del tiempo, esa flor que prendiste, como fuego, en mi corazón se hace Salve y saludo para seguir soñando con tu altar en la peña de nuestros sueños.

Aquí me tienes, Reina y Señora, de un paraíso de devoción que nos brinda en la alegría de los sones que entre tamboriles, sevillanas y cante de nuestra tierra es música celestial en el orfeón de nuestros sentimientos más sinceros.

Un siglo de tradición continuada. Años de recuerdos. Días de entrega mariana y siempre en el fondo de mi corazón la imagen de verte por primera vez, siendo muy joven. Hoy, como ayer y como siempre, tu Peña es roca eterna de salvación en tu mediación divina.

Los aires se tiñen de una nueva primavera que en la Peña, en el Cerro del Águila, es todo un altar de cielo para ti, Madre mía.

El día tiene una nueva luz porque tu nombre es sol que acaricia nuestra mejor y más bella devoción.

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