Pedro Sánchez, tras su pírrica victoria en la moción de censura, dio a conocer un Gobierno criticado por la oposición pero que no dejaba de ser coherente con el difícil objetivo, no confesado entonces, de mantenerse durante los dos años restantes de la legislatura, con vistas a conseguir buenos resultados en las próximas elecciones. Esta coherencia, sin embargo, se truncaba al designar como ministro de Cultura y Deporte a un hombre de su generación, el valenciano Màxim Huerta, discreto autor de novelas que era conocido como presentador durante diez años del magacín rosa de Ana Ídem y, en los últimos años, por conducir un programa de cine en TVE. La ocurrencia tuvo una vigencia tan corta que en una semana el ministro presentaba su dimisión tras revelarse un turbio episodio de fraude en su historia fiscal.

El presidente del Gobierno, después de la pifia, no arriesgó en el nuevo nombramiento, que recayó en José Guirao, un almeriense que ha dirigido dos muy prestigiosas instituciones culturales: el Museo Reina Sofía y, desde 2001, La Casa Encendida, que ha gestionado atravesando la etapa de conflictos y escándalos en que han estado envueltas sus entidades promotoras, Cajamadrid y Bankia. He seguido su trayectoria desde la época de mi estancia en Almería y las referencias directas que tengo de él son francamente positivas.

Con los cambios en Cultura le ha llegado el turno a la dirección del Instituto Cervantes, en la que Juan Manuel Bonet, con sorpresa para muchos, ha sido sustituido por el granadino Luis García Montero, excelente poeta, cuya labor creativa ha ido ligada siempre a su compromiso político, integrándose en el grupo La otra sentimentalidad, activo en los años 80. Fue candidato a la Presidencia de la Comunidad de Madrid en 2015. Cabe preguntarse si la dirección del instituto que tiene por misión el fomento del idioma y la cultura españoles en el mundo, con más de setenta sedes repartidas por los cinco continentes, no requiere un perfil más de gestión y menos marcadamente político. Han podido pesar en su nombramiento la posible deuda contraída por Sánchez con Podemos/Izquierda Unida en la moción de censura o el hecho de que fuera compañero muy cercano de estudios de Guirao en Granada. Sea como sea, de ambos hay que esperar un profundo conocimiento de las necesidades culturales de Andalucía y, en especial, de sus provincias más desfavorecidas.

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