Pasión

Los periodistas son silenciados y el que alza un poco más la voz es encarcelado o desaparece

Hasta la Pasión del Señor tuvo un principio y un fin. La que no parece tener fin es la de nuestros hermanos venezolanos. De higos a brevas aparece en algún medio sensible alguna noticia y el resto mutis por el foro. Ellos, los sometidos al martirio comunista, saben que a muchos españoles les importa más o menos un bledo su situación, cosas de la pogredumbre, y por eso no dejan de mandarnos señales de humo para que no los abandonemos a aquellos que sentimos profunda aversión por el terror totalitario ejercido sobre cualquier pueblo sin distinción. Con angustia nos llaman a aquellos que no diferenciamos entre terrores ni entre criminales. "El primer apagón fue una dura prueba. Nadie estaba preparado. Cuatro días enteros, mañana, tarde y noche. Nadie sabía prácticamente nada de nadie dentro del país. Todos los alimentos terminaron por estropearse y cada uno sobrevivió como pudo. Una negrura total, aterradora, silenciosa, nos rodeaba como un monstruo. Después, unos días de electricidad a ratos. La semana pasada tuvimos en siete días no más de doce horas de electricidad. Las noches ya no fueron silenciosas. Se han llenado de tiros, de bombas lacrimógenas, que cuando cambia el aire llegan a casa. Te pican los ojos, la garganta, etcétera,… Noches de gritos, de sirenas de la policía. La gente ya no puede más. El Gobierno reprime todos estos momentos de inconformismo a través de lo que Maduro llama "grupos de paz" a golpe de escopeta. A las fuerzas armadas y a estos civiles paramilitares les ha dado cancha y tiran a matar. Los periodistas son silenciados y el que alza un poco más la voz es encarcelado o desaparece en la noche. El terror es patrimonio de este comunismo brutal y asesino.

La carta es mucho más larga y la lista de horrores es sencillamente inimaginable. Piensen en algo espantoso y acertarán. Por lo visto todo un siglo, como el pasado, colmado de horrores, no ha sido suficiente para vacunarnos contra las tiranías genocidas. Siempre hay quien está dispuesto a volver. Y lo que es aún peor, siempre hay quien está dispuesto a aplaudir, a encubrir, a colaborar, a sonreírle al monstruo. Parece imposible pero es cierto y los tenemos siempre cerca. Son como la misma muerte, siempre rondando, siempre al lado. Vaya pues esta columna de hoy, Martes de Pasión, por aquellos que llevan sobre sus hombros cruces que ya se hacen insoportables. Hasta al mismo Señor le tuvieron que ayudar a llevar la cruz. Y es que todo el que la lleva siempre agradece una palabra, un gesto, una mirada, un artículo de complicidad. Ahí va, os lo debía.

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