Hay fechas que no pueden olvidarse, que pasan a la historia no sólo de la ciudad, sino de nosotros mismos. Cuando el aire fresco, muchas veces mojado de fina lluvia, llega a nuestras calles en la mediación del mes de Enero, se nos presenta cada año llena de júbilo onubense y fervor patronal, la festividad de San Sebastián, Patrón de Huelva.

La Tradición es algo muy fuerte. Nuestras costumbres se marcan como los latidos cardiacos que nos dan fuerza y constancia para seguir disfrutando de muchos recuerdos pasados.

Para Huelva la fiesta del Patrón es un sentimiento que se renueva constantemente, y que vive en la fuerza de un sentimiento que nos viene del pasado y que, a través de los años, fueron nuestros padres y familiares los que nos inculcaron y mantuvieron ese amor a una devoción religiosa.

Los niños de hoy no pueden, aunque quisieran, imaginar cómo nuestra ciudad, décadas atrás, vivía y sentía la llegada del día del santo mártir romano que Huelva acogió por Patrón.

Hace varios siglos las devociones de los nativos choqueros iban encaminadas a San Roque, y de ello queda real huella en imágenes a este santo en diversos templos de la ciudad, especialmente en el Santuario de la Virgen de la Cinta.

En aquellos tiempos, terribles plagas asolaban estos lares con epidemias que diezmaban a la población y el pueblo elevaba la vista y el corazón a entrañables devociones, acogiendo a determinados santos como protectores de tan terribles tragedias. Eso hizo que en una de ellas los onubenses encaminaran sus plegarias en demanda de auxilio a San Sebastián.

Con la general devoción de aquel pueblo grande que era nuestra vieja Onuba, comenzaron las tradicionales procesiones al Santo, cuyos cultos tomaban cuerpo en la iglesia parroquial de San Pedro, establecida en lo más alto del casco urbano, junto al cementerio antiguo, situado en el cabezo que colindaba con la Cuesta del Carnicero, y que en su día, muy lejano, había sustituido a una mezquita árabe.

Desde entonces hasta ahora el pueblo jamás abandonó la devoción al mártir romano, y lo saca en procesión en esas esculturas que en los años se hicieron parte de nuestra vida.

Entre lo más gratos sentimientos de mi vida siempre estará la visita que hice a Roma para rezar en la tumba donde se encuentra enterrado San Sebastián, en una de las catacumbas más conocidas de la ciudad de las siete colinas.

Hoy tenemos la suerte, gracias a aquel gran onubense y artista único que fue José María Franco Gutiérrez, de inolvidable memoria, de tener una reliquia en la parroquia de la capital, que, bajo la advocación patronal, levantara en la mediación del pasado siglo el primer Obispo de nuestra diócesis, don Pedro Cantero Cuadrado.

Y siguen pasando los años, y la tradición popular continúa cantando aquella letrilla llena de gracia, con atisbo de parte meteorológico, que comenzaba diciendo “San Sebastian, mocito y galán…” para luego presagiar la lluvia que por esta época siempre llegaba, y por la que ahora al Santo pedimos. La tradición no muere.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios