Mayores, otra discriminación

Llegar a mayor significa sencillamente cumplir más años, con los riesgos y oportunidades consiguientes

Mi amigo Óscar me cuenta que están preparando un estudio sobre el papel activo de las personas mayores en nuestra sociedad, encuadrado en una iniciativa que llaman Historias de latón, cuya página web recomiendo visitar. Esa incursión en el mundo de la tercera edad (algún optimista como yo podría llamarla tercera juventud) parte de la base de que, si la gente más joven se preocupa por absorber cada conocimiento aprendido por los mayores con los años y lo une a su propia energía, a sus conocimientos y a las capacidades que permiten las tecnologías modernas, el resultado tiene que ser muy positivo.

Quiere hacerme una grabación para recoger mi testimonio y mi opinión. En realidad hace tiempo que yo le andaba dando vueltas a la idea de escribir sobre el papel de los mayores en la sociedad y cómo se ven ellos mismos en un entorno que puede sentir la tentación de considerar amortizadas a personas que alcanzan una determinada edad. Y no me refiero a los niños que empiezan a asomarse al mundo y ven como viejos a unos abuelos que tal vez acaban de acceder a la cincuentena. Puedo dar fe de que instituciones beneméritas vetan el acceso a sus cargos rectores a los mayores de 70 años. Esto sucede, por ejemplo, con la Asociación Española contra el Cáncer, aunque sea difícil de creer. La Universidad, en cambio, ofrece un ejemplo positivo cuando da la oportunidad de continuar ofreciendo su magisterio en la docencia o la investigación, con carácter emérito, a personas que han alcanzado la edad de jubilación. No cabe duda de que se trata de una forma de evitar que se dilapide un caudal de conocimientos y experiencia, que solo los años y el esfuerzo permitieron atesorar.

Llegar a mayor es, por otra parte, una aspiración que compartimos todos, aunque se contradiga con determinadas actuaciones discriminatorias, personales o políticas, de quienes se muestran ciegos a su propio futuro. Significa, sencillamente, cumplir más años, con el riesgo que ello conlleva de disminución del estado de salud y de las capacidades, y la oportunidad a cambio de haber aprendido, como testigos de la historia, a discernir los valores auténticos que pueden hacer al mundo más humano. Son esos parámetros y la voluntad de cada persona mayor los que deben posibilitarle asumir un rol de envejecimiento activo y así lo han entendido los sistemas más clarividentes desde la antigüedad clásica hasta nuestros días.

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