Imprevisibilidad es el término utilizado por la portavoz del Gobierno para justificar el absurdo hecho, una vez más, de retirar la colaboración española en una misión conjunta con EEUU de nuestras Fuerzas Armadas y referida al presidente Trump.

Resulta sarcástico utilizar ese término en la actividad política española pues, desde hace unos pocos años, hemos descubierto que eso del bipartidismo no funcionaba y había que iniciar la senda de la "nueva política", cimentada en un perfil claramente efebocrático y rotundamente descalificador de la experiencia y el conocimiento porque ello se sitúa en el umbral, cuando no de lleno, de la gerontocracia.

Pues los adalides juveniles, en un ejercicio de coherencia permanente, nos ofrecen todo un compendio de actitudes que los adornan como paradigma de lo imprevisible. Se puede pasar, como el hiperactivo Casado, del asociacionismo pretendido para poder gobernar a la descalificación grupal e incluso individual de las gentes y líder de Vox que, a su vez, tras las descalificaciones y ofensas continuas al PP, se convierten en víctimas martirizadas públicamente y exigen disculpas, bajo amenazas de ruptura en Andalucía. Todo muy constructivo y previsible.

A continuación viene Rivera, el que no consigue superar al PP -mira que se lo vienen poniendo fácil- por mucho que quiera el estatus de jefe de la oposición y teniendo que aguantar los lenguaraces ataques de plagiador de medidas y programas, demostrando que si de algo está huérfano es, precisamente, de capacidades estratégicas, lo que le convierten en alguien también imprevisible y, en consecuencia, capaz de aliarse con cualquiera con tal de pisar moqueta.

Curiosamente, el menos imprevisible, aunque en los debates electorales se disfrazara de árbitro, nunca ha ocultado su interés por participar en un gobierno, e incluso se permite ofertar sus puestos de preferencia.

De los Otegui, hombre de paz o de Estado, qué decir. Mientras, Junqueras, se ríe en su celda al tiempo que el ciclotímico Iceta llora y Sánchez se ve invadido por la iracundia ante su falta de previsión sobre las decisiones del independentismo en el que confiaba.

Y Sánchez. ¡Ay, Sánchez! Como te puede el voto por encima de todo. Lo cual individualmente es legítimo en democracia, pero la acción unilateral cuando se tienen obligaciones de Gobierno, y electoralista no es ejemplar y menos cuando sus propios ministros dan versiones descoordinadas, tal cuales son las referidas a la cuestión de la retirada de la fragata española. Lo que resulta imprevisible no es solo Trump, es la pérdida de fiabilidad, de prestigio internacional -somos reiterativos - de seriedad… además del posible impacto económico.

¿Dónde está la previsión entonces?

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios