Pese a muchos, somos herederos de la tradición judeocristiana y de la cultura romana, cuyas perspectivas todavía perduran sobre la civilización occidental. Se festejaban las saturnales cuando el dios de la agricultura, Saturno, gobernaba siete días antes del 25 de diciembre, fecha en la que después se inició el calendario juliano que conmemora el nacimiento de Jesús. De ahí también las celebraciones lumínicas, las velas de adviento, Jesús luz del mundo, y los cánticos, posadas y pastorelas, los campanilleros de la "madrugá", para glorificar tan entrañables encuentros y celebraciones. Se han encendido jubilosas las luminarias de la Navidad. Algunas más rutilantes y exageradas que otras. Auroras radiantes y placenteras de las festividades que llegan en estas entrañables jornadas que empezamos a vivir con alborozo, ilusiones e infinita esperanza. Los siempre cálidos Gozos de Diciembre que aventuran abundosas horas de dicha y de particular emoción en muchas familias.

También la provincia huelvana es rica en manifestaciones populares de arraigada tradición decembrina y navideña. Los pueblos vuelven a esas conmemoraciones que el tiempo ha grabado con huella indeleble e inmarcesible, llevando consigo una cordial convivencia, una afable alegría. Deslumbrantes luminarias nos descubren la realidad entrañable de estos días, los brillos de la iluminación navideña conjugan su esplendor con gamonitas ardientes de Bollullos y la Rociana ancestral y mágica, Riotinto, las llameantes candelas de Zalamea, donde arden las ramas, las jaras, las hojas secas recogidas en los campos; las fogatas, los incandescentes rehiletes, las hojas de castaño y olivo quemadas de Aracena, candelas que fulguraban los barrios serranos en la víspera de la festividad inmaculista. En ese término medio de moderación, estabilidad y libertad de criterios pasan jubilosamente esas jornadas propias de este mes que en nuestra capital y provincia se visten de diversas celebraciones de rica y arraigada tradición, reminiscencias entrañables y populares, símbolo de la purificación de las almas y quema de malos augurios - que abundan estos días -, campanilleros, candiles, belenes, zambombas o zambombás, hogueras rocieras, y coros de mayores y pequeños, emotiva rememoración de las viejas pastorelas.

Gozos de Diciembre, preludio jubiloso de los albores radiantes y placenteros de las próximas festividades sensibilizando esas antiguas costumbres secundadas por el fervor popular, que no pierden a pesar de las inclemencias ideológicas de los tiempos, su legítima esencia. En este trance de incertidumbres económicas y políticas conservemos los gozos de la ilusión. ¡Qué gran contraste, que desconcertante contradicción - como tantas otras en esta España acuciada de incertidumbres - entre esas luces rutilantes, de colosalismo pretencioso y despilfarrador, y las luminarias sencillas de nuestras más arraigadas tradiciones! Que no deslumbren a una sociedad consumista y confiada.

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