Fuego amigo

El compañero Pedro acababa de echarle gasolina al fuego de la migración en Andalucía

Que te dispare el enemigo forma parte de la normalidad de eso que se llama la guerra. Pero cuando son los tuyos los que tratan de mandarte a freír espárragos, entonces, aparte del temor a ser disparado, te entra un cabreo sordo de los que hacen época. Algo así le ocurre, metáfora guerrera incluida, a la señora presidenta de nuestro Gobierno regional. Ella, el fuego de la oposición andaluza lo va sorteando con mayor o menor suerte según el día. Pero que te lancen obuses desde La Moncloa le debe resultar de todo menos gracioso. Por lo que leemos en estos días parece que su correligionario, compañero del alma, compañero, don Pedro Sánchez, quiere que nuestra presidenta se ase a fuego lento en el horno de la inmigración brutal, descontrolada y suicida que estamos padeciendo en Andalucía. En estos momentos, Andalucía está recibiendo más migrantes que Italia, Malta y Grecia juntas. Y el sr. Sánchez, echándonos una manita, pero al cuello.

La semana pasada, un barco, el Open Arms, recoge a casi cien personas en aguas mediterráneas. Los países habituales y más cercanos le dicen que nones, que ellos están hasta la bandera y que allí ya no cabe nadie más. El sr. Sánchez, buscando la enésima foto y la penúltima medalla de hojalata, le dice al capitán del barco que se venga para España. Éste enfila la Península Ibérica en la confianza de cumplir las leyes marítimas internacionales, que mandan que en una situación de emergencia humanitaria se busque atracar en el puerto más cercano habilitado. El capitán mira el mapa y ve que los puertos idóneos más cercanos son Palma, Barcelona, Valencia, etc. Y es entonces cuando recibe la orden de que se dirija a Algeciras. Se echan las manos a la cabeza y obedece porque no les queda más remedio. El compañero Pedro acababa de echarle gasolina al fuego de la migración en Andalucía donde ya no se cabe en los pabellones deportivos habilitados en distintas provincias. Escribo a cinco minutos de uno que alberga ya más de cien personas. La presidenta de la Junta ha entendido el mensaje fraternal, ha sentido que las balas amigas le silbaban cerca de la sien y se ha puesto a cubierto. De momento ha respondido con controlada suavidad a la espera de poder devolver fuego amigo con más fuego amigo. Nadie puede adivinar el final de esta batalla fraternal. Lo que sí es cierto es que a nadie, en España ni en Europa, le importa un bledo el tremendo problema que tenemos encima aquí. La España repartida en diecisiete virreinatos grita sálvese quien pueda. Europa no grita, simplemente rebuzna.

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