El año litúrgico eclesial ha entrado en una nueva etapa. Una etapa que para los católicos es de renovación interior, de sacrificio espiritual, en reflexión para descubrir, como dijo el papa Francisco, la ruta de la vida.

La Cuaresma, el tiempo que ha comenzado tras descorrerse el telón con la celebración del Miércoles de Ceniza, es un tiempo realmente de conversión.

Lo eterno, con valores inmutables, lucha contra lo material en la simpleza profana de un carnaval que halaga los sentidos. Son las dos caras de una misma línea que el hombre vive en su concepción mortal. El tiempo de la Cuaresma ha variado enormemente si volvemos la vista atrás, a décadas pasadas, donde su cumplimiento era distinto en las formas, pero nunca en el fondo.

El concepto de Cuaresma, en el sacrificio penitencial, está hoy amparado en la generosidad de la caridad, llámese limosna, llámese entrega, llámese auténtica reflexión, de nuestro caminar en la vida, a la sombra de una cruz.

Cuaresma también lleva implícito un contexto de oración, aunque como dijo Jesús a sus discípulos: "Cuando recéis, no uséis muchas palabras. Vuestro Padre sabe lo que necesitáis antes de que se lo pidáis". La oración mas bella es sin duda el padrenuestro. Un compendio de todo lo que creemos y necesitamos.

Cada año la Cuaresma marca una serie de hechos, de circunstancias en las que la religiosidad popular trasluce su hondo sentimiento de devoción.

Comenzaron los quinarios de las hermandades y cofradías, los altares exponen a los sagrados titulares en permanente presencia, el luto litúrgico se acerca en el dolor de una proximidad en la vivencia de la Pasión.

El pueblo dentro de sus líneas diversas de devociones o tradiciones, se prepara para la conmemoración de unos días en los que las calles se harán templos, los pasos con las imágenes pasionistas, figuraciones reales de una historia sagrada que todos aprendimos desde la cuna, el arte cobra formas en la música, en el rito, en la escultura, en el sentimiento.

Es una etapa dentro del año litúrgico de la Iglesia católica en que las grandes verdades se nos acercan más. Donde el destino del hombre deja de ser filosofía de pensamiento para profundizar más y mejor en la auténtica realidad.

Cada día, cada hora, nos vamos acercando a la Semana Santa que, por muchos cambios, costumbres y esnobismos materiales, no deja de ser aquellos que un día aprendimos en la inocencia del corazón, para que arraigara en la paz del espíritu.

Es tiempo de Cuaresma y la reflexión en el ser o no ser de nuestra existencia se hace más real. Cuarenta días de penitencia sencilla, auténtica, llena de paz interior en el camino a una purificación interior y espiritual llena de contrición en las culpas y amor en el corazón abierto al más sincero perdón.

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