¡Cuidaos mucho!

"Me alegraré de que al recibo de la presente se encuentren bien; yo bien, gracias a Dios"

Nuestras conversaciones en estos días, orales o escritas, suelen comenzar con un "¿Cómo estáis?" y terminar con un "¡Cuidaos mucho!" o expresiones similares. Estas educadas expresiones denotan una preocupación por la salud del interlocutor y los suyos, pero también son un reflejo del temor que sentimos por perder la nuestra propia. Es cierto que antes del Covid-19 también se daba ese interés por la salud, pero se centraba en las personas que no habíamos visto desde hacía tiempo o en aquellas otras de las que conocíamos algún achaque reciente o, por su edad u otras razones, temíamos que su bienestar estuviera en riesgo. La diferencia con lo que sucede ahora es que la pregunta del encuentro o la exhortación de la despedida se han generalizado y las empleamos continuamente, con todo el mundo. La explicación lógica es que en la actual coyuntura, todos, incluidos nosotros mismos, nos consideramos en peligro.

Si retrocediéramos setenta años en el tiempo, nos encontraríamos en un mundo en el que los sistemas de comunicación eran elementales, sin la inmediatez de los actuales ni su sencillez aparente, que oculta una tecnología muy sofisticada. Ni siquiera estaba generalizado el uso del teléfono, que requería desplazarse hasta la centralita, necesitaba avisos tipo "cita previa" y con frecuencia largas esperas porque "las líneas están ocupadas". Desde luego, tenerlo en el domicilio era un auténtico lujo, solo al alcance, como el automóvil a la puerta de la casa, de los más privilegiados. En esas condiciones la comunicación con los ausentes se realizaba casi siempre por correo postal. En las zonas rurales, que eran casi todas, la llegada del cartero era esperada con expectación, la recepción de una carta era un acontecimiento y su contenido a veces hacía desbordar sentimientos irreprimibles.

Aquellas cartas, tras recogerse en el acto público del reparto en la calle, se guardaban cuidadosamente para ser abiertas en la intimidad del hogar. Allí, con cierto temor por si las palabras eran mensajeras de alguna desgracia, pero con la emoción de sentir la proximidad del ser querido, se empezaba a leer, a veces con dificultad, unas primeras líneas que invariablemente decían: "Queridos padres: Me alegraré de que al recibo de la presente se encuentren ustedes bien; yo bien, gracias a Dios". Una expresión de buena educación, la preocupación por la salud… Como ahora mismamente.

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