He odiado correr desde pequeño. Me ha parecido una actividad anodina, insulsa y agotadora. Recuerdo con pavor adolescente el tintineo de la voz del profesor de Educación Física gritando aquello de "vuelta rápida al circuito". Puede que por eso no hiciera footing en su día ni me haya reconvertido a la religión runner. Pero ahora salgo a correr. Una camiseta, unas calzonas, y unas zapatillas. Y bueno, un reloj que falla bastante con el GPS pero me registra distancia, tiempo y pulsaciones; más que suficiente. Lo que no me esperaba para nada es que ya me apunto hasta a carreras, obviamente no para ganarlas, pues mis marcas son deficientes, sino para alejarme de la soledad habitual con la que salgo al asfalto y para aprovechar que te ponen un circuito expreso en el que disfrutar del recorrido, sin tener que preocuparte del tráfico o de molestar a viandantes. No sé si me voy a poder explicar en unas pocas líneas. Haruki Murakami, el escritor japonés y eterno aspirante al Nobel de literatura, necesitó todo un libro para poner en pie esto: De qué hablo cuando hablo de correr. Libro que por cierto me recomendó hace años Enrique Zumalabe (no dejen de acercarse a lo que escribe cuando vean un libro suyo). Pero al caso: correr. Un estado de ánimo, una reflexión climatológica, una mejora en la salud, una excusa para escuchar música, un salir para volver a entrar, un reto sin horarios ni lugares, una visita al callejero.

Y el sábado fue el debut, la 10K Huelva, Puerta del descubrimiento. En casa empezamos desde por la mañana, con la prueba infantil de Kilos por kilómetros, y ya pudimos comprobar el bonito ambiente que se respiraba. Pequeñines corriendo en unos circuitos al lado del Odiel, con su propia meta y con medalla para todos ellos. Las familias y los curiosos animando. Un disfrute que sería el preludio de la tarde. A la cita acudieron varios miles de corredores y corredoras de todas las edades, pertenecientes a clubes o de manera individual. Se sumó un calor inusual para mediados de abril, pero así supo mejor el agua de los avituallamientos. Dorsal puesto y a correr. Bueno, viendo la velocidad de quienes abrían la prueba, puede que yo hiciera otro deporte, pero no estaba solo. Pasé por lugares que reconocía pero que fue muy distinto acercarme a ellos. Hubo charangas, coros rocieros, gente dando palmas y alentando a quienes pasaban. Y llegar a la línea de meta, con el atardecer de fondo, con su reflejo en el agua, y la prueba cumplida y superada.

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