Antonio Carrasco

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Nuestras Colombinas

Podríamos contar la edad de los onubenses por Colombinas vividas y construir con ellas nuestras biografías

La noria es el reloj del tiempo en Colombinas. Los onubenses la vemos crecer tramo a tramo. Sabemos donde va ubicada y el inicio de su instalación es la cuenta atrás de nuestras fiestas. Debe ser porque es el elemento más identificativo del recinto visible desde la ciudad, de camino a La Rábida o Mazagón o cuando venimos de Punta. Si vemos que la noria va tomando forma el escoquilleo comienza. Es nuestro reencuentro con una semana único en el año. Cada avance nos acerca al recinto y verla iluminada es nuestro faro en el camino hacia ella.

Colombinas hay muchas. Celebramos en Huelva una gesta de la que fueron protagonistas nuestros antepasados pero que no nos pertenece en exclusiva, sino que es y debería ser patrimonio de la humanidad. Valientes y necesitados (porque nada alimenta más el arrojo que el hambre) que se montaron en tres barquitos de madera para ensanchar los límites del mundo. Cada vez que uno visita el Muelle de las Carabelas y ve las réplicas no puede menos que sombrarse. Es por ello que alrededor de este 3 de agosto luce Huelva sus mejores galas. Y si es la gestaes universal, las Colombinas son nuestras.

Más allá de las oficiales, hay mil historias personales. Hemos crecido de camino a sus recintos, regresando de él de la mano de nuestros padres, con nuestros amigos, parejas y ahora algún pequeño en brazos rendido. Podríamos escribir nuestras biografías en base a las Colombinas acumulados. Uno tiene ya 42 Colombinas. Todos tendríamos mil vivencias que contar de ese antiguo recinto a la sombra de la Monumental que para un niño que la miraba sorprendido era una especie de Coliseo de romano que no terminaba de entender. Me parecía inmensa y tenebrosa, casi espectral. Esas primeras vueltas en solitario con hora de queda, la aventura de coger el bus con los amigos del barrio y volver andando porque te quedas sin fondos. Los churros que mejor saben del mundo con balance de la noche. Con los conciertos hemos crecido, acudiendo con el paso de los años a ver esos mismos grupos que entonces nos parecía tan viejunos y que hoy nos devuelven al pasado. Relevo generacional lo llaman al hacernos mayores.

De camino de vuelta con Diego en brazos miraba los grupos de niños, jóvenes y no tan jóvenes que hacían el trayecto inverso. Es inevitable mirarlos y recordar en sus rostros las Colombinas que hemos vivido.

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