Cadenas y cadenas

No tiene sentido que un eslabón se considere superior a los demás ni que actúe aislado de ellos

Más de veinte acepciones de la palabra cadena registra el Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española. La primera de ellas es una descripción objetiva: "Serie de muchos eslabones enlazados entre sí, normalmente metálicos, que sirve principalmente para atar, sujetar o adornar". Relacionadas con ella hay otras: cadena de establecimientos, producción en cadena, cadena de emisoras, cadena de música, tractor de cadenas, cadena alimentaria, cadena de frío o cadena de montañas. Hasta se conserva de épocas pasadas la expresión "tirar de la cadena" para indicar la acción de vaciar el inodoro que ahora se realiza normalmente mediante un pulsador.

Pero también aparecen otras con evidente carga negativa, como las que remiten a cadena de atentados, cadena de galeotes o presidiarios, pena de gravedad variable que puede llegar a cadena perpetua,… Junto a la cadena de afectos, atadura inmaterial de carácter positivo, aparece la opresión o el poder absoluto en las cadenas de la dictadura. Hace dos siglos los absolutistas españoles recibían al infausto rey Fernando VII, al regreso de su destierro francés, con el grito "Vivan las cadenas", acompañado a veces de otros como "Viva el rey absoluto", "Muera la libertad" o "Mueran los negros (los liberales)". Así mostraban su oposición a las ideas liberales y a la Constitución de 1812, con esa pretensión de dar marcha atrás al reloj de la historia, en la que muchos de nuestros connacionales suelen incurrir con alarmante frecuencia.

La cadena de los ácidos nucleicos ADN y ARN es esencial para los seres vivos, ya que controlan la síntesis de las proteínas y contienen las instrucciones imprescindibles para los procesos vitales. Pero en mi diccionario particular figura otra acepción que es la cadena de la vida. Para mí la vida de cada uno de nosotros es nada más -y nada menos- que un eslabón que, junto con los que le preceden y le siguen, forman una cadena integrada por nuestros antecesores y nuestros descendientes. Esta cadena se entrelaza con otras muchas y todas ellas constituyen la imagen de la humanidad entera. En este contexto, no tiene sentido que una persona -un eslabón- se considere superior a los demás ni que pretenda actuar aislado de ellos. La conciencia de ser una parte mínima de la cadena supone una llamada a la humildad y nos invita también a considerar nuestras limitaciones, incluida la muerte, de forma serena.

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