Autolisis

No hay más diálogo que hacer cumplir las leyes, o sea, jueces y fuerzas de seguridad del Estado

La palabra que titula este artículo significa autodestrucción, como de todos es sabido. Los médicos la utilizamos para rellenar el apartado diagnóstico en el historial de una persona que se ha quitado la vida. Hay muchas formas de matarse, unas más lentas y otras más rápidas y expeditivas. No hace falta describir unas y otras. La que ha elegido España para desaparecer de la historia me parece de corto recorrido. Cuarenta años en tres mil de historia es casi nada. Ese es el tiempo que la nación española lleva contemplando simpáticamente a los que la quieren destruir. Todos los gobiernos españoles de esas cuatro décadas se han dedicado a masajear al nacionalismo sectario, racista, xenófobo y supremacista. Los resultados los tenemos a la vista. Pero es que en los últimos meses el proceso se ha acelerado. Una conjunción de lo peor de cada casa, con el denominador común de odio a la nación española, a su ser y estar en la historia, ha aupado al poder a un gobierno que le sirva a sus fines. Y el Gobierno, naturalmente, anda en el laborioso menester de complacer a sus compinches. Un Gobierno que con menos de la cuarta parte del Congreso no puede hacer más que decir sí a esta patulea antiespañola o decir nos vamos, convocamos elecciones y que los españoles decidan si quien seguir este proceso letal de autodestrucción hasta el final. Hay que preguntar al enfermo si se quiere seguir muriendo o no.

España es hoy el único estado del mundo, la única nación del planeta que se autogolpea, se autoliquida y además financia generosamente ese ataque a su existencia misma. El Gobierno golpista de Cataluña debe al Fondo de Liquidez Autonómica más de cincuenta mil millones de euros. O lo que es lo mismo, cuando se han fundido todo su dinero en adoctrinar niños en las escuelas, desobedecer a los tribunales españoles, abrir embajadas, promover el hundimiento de la nación trimilenaria y reírse de todos los gobiernos españoles, el resto de los españoles, por medio de nuestros cobardes gobiernos, le hemos prestado, adelantado, fiado, más de cincuenta mil millones de euros para que no les corten la luz ni el gas. Y encima ese Gobierno nos escupe. ¿Verdaderamente la solución para evitar la desaparición de España del mapa de la historia es seguir tragando y financiando la puñalada en la espalda? Un exministro socialista del Interior lo ha dicho meridianamente: no hay más diálogo que hacer cumplir las leyes, o sea, jueces y fuerzas de seguridad del Estado. No hay otro lenguaje para salvar al enfermo. Otra cosa es que este se quiera morir. Entonces no hay más que hablar.

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