El primer fin de semana de movilidad entre provincias evidencia un discreto éxodo de los andaluces a las playas onubenses. Si bien la coincidencia del puente del Corpus Christi –que se celebra en Sevilla, así como en otras localidades– con los primeros días de movilidad interprovincial hacían presagiar un viaje en masa al litoral, la realidad distó de asemejarse a las previsiones.

En la tarde del miércoles comenzaban a llegar los primeros andaluces a sus segundas residencias, pero las playas apenas registraron visitantes por las condiciones meteorológicas. Un escenario que se repetiría tanto el jueves como el viernes.

En la jornada de ayer se registró un repunte en la afluencia a la costa onubense, pero la tranquilidad marcaba un fin de semana que, en otras condiciones, hubiera reunido a muchos bañistas.

El viento es, probablemente, el factor que más ha contenido el espíritu playero de los andaluces y, aunque muchos visitantes no desistieron en su empeño de volver a pisar la arena, la ocupación en las playas estaba por debajo de la mitad del aforo de las mismas.

Un bañista delimita el espacio seguro en la playa.

De hecho, muchos no se atrevían a desvestirse para adentrarse en el mar y preferían pasear por la orilla o practicar deporte en familia. De momento, el baño en el mar era cosa de unos pocos valientes que luego se veían obligados a refugiarse en sus toallas para dominar el frío.

Además de la meteorología, influyó la reticencia a regresar a las playas en plena fase de desescalada. “Queda mucho verano y nadie se va a llevar las playas”, aseguraba el portavoz del Gobierno andaluz, Elías Bendodo, durante la presente semana. Muchos han debido hacer caso a sus palabras y prefieren reservarse para ir a la costa a partir de la próxima semana, momento en el que todas las playas onubenses habrán implementado su plan de contingencia relativo a la situación excepcional provocada por la Covid-19.

Pese a que las playas no evidenciaban un alto número de visitantes, los ayuntamientos desplegaron a la Policía Local para velar por la seguridad de los bañistas. En este sentido, se hacía habitual observar vehículos conducidos por agentes que vigilaban el aforo y el mantenimiento de las distancias entre los diferentes grupos de personas. Aún así, la responsabilidad de los visitantes marcaba este primer fin de semana de movilidad interprovincial.

Al discreto éxodo andaluz también se explica por el cierre de la mitad de los chiringuitos de la costa onubense, tal y como aseguraban desde el Consejo Empresarial de Chiringuitos de la Federación Onubense de Empresarios (FOE). La particular experiencia gastronómica que ofrecen estos espacios aún no está puesta en marcha, por lo que falta uno de los pilares que justifican los desplazamientos de los andaluces al litoral onubense.

Un hombre sostiene una tabla para realizar deportes acuáticos.

La imagen de la jornada la dejaba la Ría de Punta Umbría. Este lugar se concibe como un entorno idílico en el que la gente se resguarda los días de más viento en la localidad costera. Muy cerca de la calle Ancha, este espacio de arena fina y dorada no registraba rachas de viento. De ahí que se convirtiera en el lugar más agradable del municipio para disfrutar de los rayos de sol que asomaban por las pequeñas nubes.

La zona de la Ría tampoco estaba llena, pero sí que acogía a varias unidades familiares y grupos de amigos ansiosos por disfrutar de sus primeros baños.

De igual modo, este espacio también reunía a grupos de jóvenes deportistas que practicaban paddle surf o kayak. La tranquilidad que emanaba de este lugar invitaba a entrar en el agua para hacer deporte, una situación que, una vez comienza el período estival, se hace más complicada.

Contrastaba con el escenario de playas la atmósfera en el centro de Punta Umbría. Al no ser un fin de semana caluroso, las terrazas se convertían en la apuesta favorita de los visitantes, por lo que muchos optaban por pasear y refrescarse con una cerveza fría en los bares.

Un grupo de jóvenes se divierte en el agua.

La costa onubense comienza a despertar, aunque lo hace con cautela. Se espera, de este modo, que la entrada en la denominada nueva normalidad y la puesta en marcha de los planes de contingencia vuelvan a consolidar a la costa onubense como uno de los destinos turísticos favoritos en el conjunto del país.

En este sentido, Matalascañas es la única playa que ya se ha abierto al baño con su plan de contigencia, por lo que la proximidad con la provincia de Sevilla y la puesta en marcha de tales medidas favorecen que la afluencia sea elevado durante el fin de semana. De hecho, la alcaldesa de Almonte –municipio que gestiona Matalascañas–, Rocío del Mar Castellano, asegura que las previsiones cifran en 70.000 la población que tienen la localidad costera durante el fin de semana.

La playa cuenta con zonas de subida y bajada que están claramente diferencias, además de con cartelería que recuerda el uso obligatorio de mascarillas en aquellas zonas donde sea imposible respetar la distancia mínima de dos metros. Igualmente, también cuenta con megafonía y una plantilla de profesionales que se ha visto reforzada para la realización de labores de limpieza y desinfección cada tres horas en las barandas, accesos y cualquier tipo de mobiliario, así como para la recogida de residuos para evitar acumulaciones de basura.