El cómico Manolo Codeso rememora a su paso por Huelva el desaparecido Teatro Colón

CRÓNICAS DE OTRA HUELVA

Ponce dibuja una silueta del comediante destacando la importancia de la risa en la vida, “para llevarnos, saltando de carcajada en carcajada hasta las más serias, duras y filosóficas verdades”

Vista de la calle Marina en la capital onubense en una imagen de primeros del siglo XX.
Vista de la calle Marina en la capital onubense en una imagen de primeros del siglo XX. / M.G.

21 de julio 2025 - 06:00

BIENAVENTURADOS LOS QUE HACEN REÍR. Pocas veces nos paramos a pensar en la alta misión social de estos hombres cuya profesión es hacer reír. Hacer a la Humanidad reírse de sí misma, presentándole un espejo mágico de gestos en que ve sus propias deformidades y las ríe, porque siempre las achaca a los demás, a sus vecinos de butaca.

Dentro de esos muñecos ridículos que aprisionan las facetas de toda una generación, cuántos derroches de alma ha hecho el cómico, para llevarnos riendo, saltando de carcajada en carcajada, hasta las más serias, duras y filosóficas verdades, a las comprensiones más humanas, a las más supremas filosofías. ¡Por qué gran filosofía se necesita para poder reír en la vida!

Por eso yo, al sentarme frente a uno de estos hombres que hacen reír, que han logrado descubrir el mágico resorte para domesticar por la risa a ese gran pulpo de veleidosa voluntad, que es la masa congregada por una curiosidad, siento un profundo respeto, una gran admiración, porque ellos han logrado realizar en la práctica las teorías de Le Bon o de Freud, que en los sabios no pasaron de teorías.

Retrato del cómico Manolo Codeso en la época.
Retrato del cómico Manolo Codeso en la época. / M.G.

LA CHARLA DE CODESO

En la amable querencia del café, donde encontramos al gran actor, iniciamos nuestra charla. Manolo Codeso rememora el antiguo Teatro Colón de Huelva donde trabajó hace muchos años y tiene para aquel templo del arte ya desaparecido una cariñosa evocación. Tal vez representa sus primeras ilusiones de ser comediante, los primeros aplausos a sus anhelos de ser un gran artista.

La charla de Manuel Codeso despojada del ropaje del tinglado de la farsa es seria, de hombre formal y juicioso, aunque no por eso deja de ser amena, movida, interesante. Es una revista gráfica, porque las ilustraciones del texto son seguidas y magníficas; las anécdotas de su vida de comediante florecen sin cesar, al conjuro del más leve recuerdo.

Codeso es de Cádiz, un gaditano castizo, y hace treinta años que rueda por los escenarios de España, enfundado en sus disfraces de muñeco, haciendo reír a toda una generación, desde todos los escenarios donde las numerosas compañías de que ha formado parte sentaba sus reales.

ALGO DE SU VIDA DE ACTOR

–¿Dónde y cuándo fue su debut?

–En el Cómico de Cádiz, de meritorio con la Compañía Gualdón. Tenía yo entonces 16 años.

–¿Hizo usted mucha zarzuela?

–Sí, casi toda mi actividad profesional ha girado en torno a ese género, aunque también he hecho muchas comedias. En Huelva, con la Compañía de Guzmán, estrené Los presupuestos de Villapierde y la Alegría de la huerta, en el Teatro Colón. En Sevilla estrené Es mi hombre, uno de mis mayores triunfos. Después ingresé en la Compañía del maestro Gualdón, donde estuve siete años.

La introducción

La silueta periodística, género muy cultivado en el primer tercio del siglo XX, mezcla el retrato humano, la entrevista, la crónica costumbrista y una reflexión moral o estética sobre el personaje. Ponce homenajea la figura del cómico como alguien con una elevada misión social y filosófica: hacer reír a la sociedad, ayudándola a reconocerse y a soportarse. La carrera del actor gaditano Manolo Codeso es reseñada con cariño, respeto y admiración, con tono elogioso y humanista: el autor no solo entrevista, sino que ensalza la profesión del comediante, especialmente en los primeros párrafos, con un tono casi ensayístico y lírico. La risa era considerada, sin duda, por el periodista un sentimiento bueno. El entrevistador no es invisible: aparece en primera persona, con un papel amistoso, casi cómplice (amigo Ponce). Se perciben ecos de la retórica de principios de siglo (adjetivación rica, estructuras elevadas, recurso a lo filosófico), con uso de metáforas teatrales: la vida es una farsa; el actor, un muñeco; el público, una masa por domesticar; el teatro, un banquete. Codeso es para Ponce una persona entrañable, humilde y reflexiva. Es un actor hecho a sí mismo, con más de 30 años en la carretera del teatro. Tiene sentido de camaradería (“solidaridad fraterna”) y devoción por el oficio. Se perfila también como padre afectuoso en ese bello cierre con la carta a sus hijos en Cádiz. Su visión del teatro es realista pero no pesimista: rechaza la idea de crisis, alegando que el problema es de proporciones, no de arte ni de público. España estaba en plena dictadura de Primo de Rivera, pero vivía cierto esplendor cultural. El teatro, la zarzuela y la comedia eran géneros populares. Es curiosa la alusión a la transformación del espectáculo: el cine, el fútbol y otros entretenimientos emergen como competencia. El artículo tiene una estructura abierta: empieza con una reflexión general, pasa a la conversación, y cierra con una nota íntima y emocional sobre el hombre que hay detrás del personaje, que ríe en escena pero también llora en la vida. La última imagen –Codeso yendo al Correo con una carta para sus hijos– tiene una fuerza emocional notable. Se quita la máscara del actor para revelarse padre, hombre, ser humano, completando el círculo que comenzó con la reflexión sobre lo profundo que puede ser hacer reír.

–¿Cuáles fueron sus principales tournées?

–Muchas, por toda España, algunas verdaderamente triunfales y otras atrozmente catastróficas. Es la ley de la compensación, amigo Ponce.

Por cierto que muchos de los que han trabajado a mi lado son hoy primeras figuras: Casindro Ortas, Valeriano León, el tenor Peñalver. Entre las actrices recuerdo a Rosario Leonis, la Puchol, Celica Pérez Carpio, etc.

–¿Y de la Compañía actual, está usted satisfecho?

–Mucho, muchísimo. Todos son para mí excelentes camaradas y a todos nos une el más elevado sentimiento de solidaridad fraterna. Yo no puedo hacer distingos; a todos mis actuales compañeros profeso igual estima; ellos me corresponden y esto me hace pensar en que será muy difícil que lleguen los momentos tristes de las separaciones…

Después de esta corta y sintética historia de sus cambios materiales, entramos un poco más al fondo en el alma de Codeso, y le preguntamos por sus muñecos.

–¿Qué personajes le han dado a usted mayores éxitos?

–Uno de mis mejores estrenos fue Es mi hombre. También recuerdo La balsa de aceite y el Horacio de El apuro de Pura.

Codeso recuerda una anécdota muy curiosa:

–Una vez, trabajando en Granada, fue un número de Varietés El muñeco Frosso y el día de los Inocentes el maestro Gualdón me hizo hacer el muñeco. Me decidí obteniendo un éxito tal que el auténtico Muñeco Frosso me tuvo que ceder el puesto durante veintitantas noches. El dinero entraba en la taquilla a esportones, salvando a la Empresa y a la Compañía, que por aquel entonces atravesaba una situación económica harto difícil.

Recorte con la imagen de Manolo Codeso.
Recorte con la imagen de Manolo Codeso. / M.G.

LO QUE PIENSA CODESO DEL TEATRO

Inquirimos, para terminar la entrevista con el popular actor, algunas opiniones sobre el estado actual del Teatro en España.

Manolo Codeso contestó categóricamente, como quien está esperando la pregunta.

–No hay tal crisis del Teatro en España. Lo que sucede, sencillamente, es que el Teatro es un banquete al que había convidado diez y se sientan a la mesa cincuenta. No es posible que dé para tanto.

Hace veinte años solo había en Madrid cuatro teatros de comedia; este año se forman en Madrid catorce compañías.

Antes solo se estrenaban en el año una o dos obras de éxito. Hoy se estrenan hasta una docena; aparte de que para alimentar tantos teatros no hay más remedio que aceptar muchas cosas medianas. Es de tener en cuenta que entonces los precios eran baratos y no había cines, ni fútbol, ni otros espectáculos. Hoy, con todo, los teatros viven todos, de modo que yo no veo ni la pérdida de la afición ni la crisis por ninguna parte.

Y así, con esa visión optimista de su arte, dejamos al hombre que hace reír, cuando iba hacia el Correo a depositar una carta con muchos besos para sus hijos que allá en Cádiz esperan siempre el retorno del padre.

Tal vez entre ellos reirá Manolo Codeso con la verdadera risa, con la risa que no es de muñeco, sino de padre amante. Nosotros lo vemos alejarse y nos parece ahora el verdadero hombre.

stats