Obituario

Cinco años sin la cooperante del corazón infinito

  • Mañana cumpliría 30 años Ana Almendro Rodríguez.

Cinco años sin la cooperante del corazón infinito

Cinco años sin la cooperante del corazón infinito / M. G. (Huelva)

El tiempo pasa rápido, o muy lento cuando se echa de menos a los seres queridos que ya no están. En estos días -en concreto, el pasado lunes día 25- se cumple un lustro desde que se fuera la joven Ana Almendro Rodríguez, cooperante onubense que se encontraba en la zona de Puerto Maldonado, en Perú. Mañana cumpliría 30 años. Su infinita entrega a los demás, especialmente a los más desfavorecidos, le llevó a estudiar y trabajar como asistente social y no se lo pensó cuando tuvo la oportunidad de vivir la experiencia de dar lo mejor de sí en la casa de acogida Santa Marta, en la selva peruana, realizando labores de apoyo educativo y emocional en un hogar infantil para niños. Allí se fue para siempre, pero allí dejo la marca de su corazón, que perdurará para siempre.

Una labor que ya desde muy joven había dejado patente junto a su propio hermano y en multitud de actividades que llevaba a cabo, siempre pensando en mejorar la vida de los más vulnerables.

La satisfacción, alegría y felicidad que recibía Ana con ese trabajo quedaron grabadas en algunas líneas del diario personal que escribió durante su estancia en tierras peruanas: “Está siendo una experiencia muy enriquecedora, aprender a valorar lo que tienes. Los niños son felices, aunque hay evidencia de muchas necesidades y carencias en sus vidas, sobre todo educativas”. Los más pequeños la enriquecían aún más, lo que ayudaba a enriquecer, más si cabe, la labor que Ana Almendro llevaba a cabo en el continente americano, una labor incansable y encomiable: “Hay mucha pobreza y es evidente que estos niños han pasado por momentos muy difíciles y duros con lo jóvenes que son. Ya va quedando menos tiempo aquí y me da mucha melancolía porque estoy disfrutando tanto... Cuántas vidas, nombres e historias. Esto es increíble, aunque echo de menos a mi gente, no me importaría quedarme un poco más aquí”.

Su trabajo finalizó, pero su huella permanecerá para siempre en los corazones de aquellos a los que dio lo mejor de sí. Esa gran labor hizo que, con gran criterio y con motivo de su pérdida, la casa de acogida a la que tanto esfuerzo y cariño dedicó lleve su nombre desde entonces.

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