El aljibe de la plaza de San Pedro: cuándo se construyó y quién lo hizo
Tribuna
Perder la oportunidad de excavar en profundidad, sin miedos y sin recelos, en una plaza en la que estuvo ubicada la muralla de Huelva y por donde cruzó el acueducto, entre otras cosas, es dejar pasar el momento justo para hacerlo, que no se repetirá en muchas décadas
Así es el aljibe histórico que hay debajo de la Plaza de San Pedro de Huelva
En días pasados han aparecido algunas informaciones en prensa y redes sociales dando a conocer la antigua cisterna situada bajo la plaza de San Pedro, esquina con la calle de la Fuente, y a la que se ha accedido a causa de las obras que actualmente se llevan a cabo en ese espacio. Asimismo, se han hecho algunas declaraciones por parte de distintos responsables aludiendo a él como “aljibe romano” y afirmando que esa estructura forma parte de la red de galerías subterráneas que habitualmente conocemos con el nombre de acueducto romano de Huelva. Dado que, en estos momentos, María Antonia Peña y quien esto escribe estamos terminando un libro sobre estas materias en el que aportamos numerosas novedades acerca del acueducto onubense y de su uso a través de los siglos, he visto necesario escribir este artículo para corregir algunos errores y tratar de evitar en lo posible que la historia de Huelva y de su provincia siga acumulando inexactitudes y falsedades, como ocurre desde hace años, sobre todo cuando el patrimonio arqueológico no se ilumina adecuadamente con el patrimonio documental.
A pesar de lo que se diga, el depósito de agua dado a conocer en la referida esquina de la plaza de San Pedro no es romano. No forma parte, por tanto, del acueducto. Eso no obsta, naturalmente, para que sea conservado con interés y se facilite su conocimiento y contemplación in situ por parte de la ciudadanía. No en vano, se trata de una obra del siglo XVI construida según el diseño de uno de los más importantes ingenieros hidráulicos de la España del momento, Luis de Montalbán. Es evidente que el estado actual del depósito, sometido a muchas intervenciones a lo largo del tiempo, presenta un aspecto algo deteriorado, pero fue parte de una obra de notable envergadura, que consistió en dotar a la antigua villa de Huelva de conducciones que alimentarían tres fuentes y cuya realización se prolongó durante un par de años. Parece conveniente, pues, referirse un poco a esta obra, adelantando un resumen de lo que se detallará con extensión en el capítulo correspondiente del futuro libro.
En origen, la galería principal del acueducto romano de Huelva llegaba desde el Conquero hasta la actual plaza de San Pedro y, sin duda, seguía hacia abajo al menos hasta la encrucijada del Pozo del Vizcaíno (actual plaza Quintero Báez o de la Palmera). Eso significaba llevar el agua procedente de las filtraciones de lluvia hasta el corazón mismo de la antigua Onoba. Sin embargo, el paso de los siglos, con los desprendimientos de tierra, las obstrucciones de las galerías por concreciones calcáreas y las actuaciones perjudiciales de los hortelanos a través de sus lumbreras o respiraderos, hizo que el suministro del acueducto al centro de Huelva fuera cada vez más problemático, hasta llegar a colapsarse en 1574. En ese momento, el Cabildo de Huelva decidió taponar definitivamente el acueducto a la altura de la cuesta del Carnicero (en el punto denominado Angorrilla, que era un depósito similar al de la Fuente Vieja) y conducir el agua desde allí hasta el centro de la población a través de una nueva conducción de atanores o tuberías de barro.
La obra que debía acometerse era ambiciosa, porque se trataba de introducir bajo tierra conductos que habrían de alimentar una fuente principal que se construiría en la esquina de la plaza de San Pedro y, con su sobrante de agua, dar suministro a otras dos nuevas fuentes que se situarían en la calle del Puerto y en la Placeta. Hay que decir que al final estas dos últimas fuentes no se hicieron, sustituyéndose por otra en la calle de la Concepción, frente a las casas donde se levantaría después el palacio condal. La obra, además, era compleja, porque había que construir cisternas suficientemente capaces bajo las fuentes y una serie de depósitos mayores y menores de decantación de aguas regularmente situados en los trayectos (el segundo de los depósitos mayores fue adosado al muro lateral del convento de las Agustinas: allí se encontrará aún). Para dirigir el proyecto, el Cabildo onubense contrató a Luis de Montalbán, maestro mayor de fuentes del Ayuntamiento de Sevilla y hermano de Francisco de Montalbán, fontanero real, que, durante sus treinta años de servicio a Felipe II, trabajó en las fuentes del Real Sitio de Aranjuez, de El Escorial y de la Casa de Campo, entre muchos otros lugares, y que en 1579 también estuvo en Huelva. El total de la obra se presupuestó nada menos que en seis mil ducados, que tendrían que pagar los vecinos de la villa a través de un repartimiento.
El 30 de diciembre de 1575 se acordó que la fuente principal se colocaría en la fachada del pósito, situado en la referida esquina de la plaza de San Pedro. En abril de 1576 ya estaba construida la cisterna diseñada por Luis de Montalbán y que ahora ha salido a la luz. En esa época no solían llamarse cisternas ni aljibes a esos depósitos; se les llamaba “alcobas” o se usaba para ellos el diminutivo “alcobillas” o “alcubillas”, de etimología árabe. En cualquier caso, la finalización de la obra se demoraría un año más y hasta mayo de 1577 no se terminaría la fuente de San Pedro, quedando fuera de la vista el depósito subterráneo. Sabemos incluso que en marzo de 1577 la alcoba había sido terminada y pintada por el pintor Juan López. Esa cisterna y esa fuente estuvieron dando agua a Huelva hasta muy entrado el siglo XX. José Caballero dibujó, por cierto, el aspecto de la fuente o pilar de San Pedro en su conocido Cuaderno de Huelva. Ese es el depósito cuyas imágenes han sido dadas ahora a conocer: una obra, por tanto, del siglo XVI, que tomó su agua del acueducto, pero que no estaba conectado con él por galerías romanas, sino por atanores de barro modernos.
Ya de camino debo aclarar otra cosa: contra lo que todos los autores han dicho y dicen aún (hasta lo dijo Juan Agustín de Mora en su Huelva ilustrada), esa fuente no es la que dio nombre a la calle que bajaba desde ella. La prueba más simple es que la fuente se construyó ex novo, como digo, en 1576-1577 y la calle ya se llamaba “de la Fuente” al menos en 1548. La denominación es medieval casi con toda seguridad. Eso quiere decir que hubo otra fuente anterior en ese entorno. La hubo, efectivamente, y esa sí dependía directamente del acueducto romano, pues hay documentación que menciona una lumbrera por la que se accedía en vertical a la galería desde la fuente. Si queremos buscar esa fuente antigua y hallar y poner en valor el acueducto de Huelva debe excavarse en la línea que une la calle de la Fuente con la calle de San Andrés: en otras palabras, en el lateral oriental de la plaza en el que se han retirado los adoquines y donde se puede excavar sin problemas. Yo creo que está, aproximadamente, en el encuentro de la calle de San Andrés con la antigua calle de Silos (hoy Jesús de la Pasión). Es solo una deducción, pero no puede andar lejos.
Perder la oportunidad de excavar en profundidad, sin miedos y sin recelos, en una plaza en la que estuvo ubicada la muralla de Huelva y por donde cruzó el acueducto, entre otras cosas, es dejar pasar el momento justo para hacerlo, que no se repetirá en muchas décadas. Políticos, arqueólogos, historiadores y, en general, la ciudadanía interesada en nuestro pasado tenemos esa responsabilidad para con el futuro. Ya perdimos algunos trenes (no siempre es el tren de Huelva a Sevilla). Cuando, en 1991, se hormigonó sin excavar el suelo de la iglesia de San Pedro y se renovó su solería se desaprovechó la ocasión de conocer a fondo su origen y saber si estuvo allí la mezquita de Huelva. Esa pérdida es para mucho tiempo, por más que ahora se hagan catas arqueológicas en el muro exterior. Tenemos una obligación con la historia y con las generaciones venideras. Ojalá no faltemos a ella.
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