Gente Inteligente

Fortalece tu comunicación con tus gestos, que no siempre dicen lo mismo que tus palabras

Numerosos gestos en la cara de la misma persona.

Numerosos gestos en la cara de la misma persona. / M. G.

No falla. Siempre que sale el tema del lenguaje no verbal, y cuento mi interés y mi formación en este fascinante mundo, pasan dos cosas: me hacen un montón de preguntas y la gente condiciona sus posturas. Y es que, recordar que la mayor parte del mensaje que comunicamos no está en lo que decimos, da cierto pudor y nos hace sentir vulnerables. Pero es así. La comunicación no verbal puede revelar verdades ocultas y contradecir tus palabras, o darle un inmenso poder a lo que quieres comunicar. Cuestión de coherencia.

Cuando el mensaje inherente a nuestros gestos y posturas está alineado con nuestras intenciones verbales, el mensaje se vuelve mucho más sólido y confiable. Lo contrario ocurre cuando lo que no decimos habla más fuerte que nuestras palabras. Las discrepancias entre la comunicación verbal y la no verbal es lo que genera malentendidos, suscita desconfianza y provoca conflictos.

Por todo esto, comprender y gestionar nuestra comunicación no verbal, o aprender a identificar las sutiles señales de la comunicación de las demás personas, se convierte en una herramienta poderosa para mejorar nuestras relaciones personales y profesionales.

Que tus palabras y tus gestos no se contradigan

¿Te imaginas afirmar confianza mientras tus manos tiemblan y evitas el contacto visual?, ¿o declarar una inmensa alegría con una sonrisa que no llega a arrugar tus ojos? Estos desajustes entre lo que dices y cómo lo dices envían señales confusas a quienes te escuchan e, instintiva y a menudo inconscientemente, confiarán más en la historia que cuentan tus gestos. Aquí te traigo ejemplos cotidianos donde nuestros gestos pueden desmentir nuestras palabras.

Evadir la mirada. El contacto visual es un pilar de la sinceridad. Desviar la mirada puede interpretarse como inseguridad o falsedad.

Cruzar brazos o piernas, especialmente si escondes las manos. Por muy cómodo que te parezca, a menudo es interpretado como un escudo contra lo externo, así que este gesto podría contradecir mensajes de apertura y receptividad. Si es eso lo que quieres expresar, mantén posturas abiertas.

Tocarse la cara o la boca. Son signos clásicos de nerviosismo que pueden suscitar dudas sobre tus afirmaciones. Tenlo en cuenta si quieres que se reciba lo que dices con aroma inapelable de sinceridad.

Sonrisas forzadas. Una sonrisa genuina implica todo el rostro, especialmente a los ojos. Una sonrisa sin el brillo de la mirada puede señalar falta de sinceridad en el sentimiento que estás queriendo expresar.

Distancia corporal. Mantener demasiada distancia de las personas o inclinarse hacia atrás puede revelar desinterés o rechazo, aun cuando tus palabras expresen lo contrario. Acercarse demasiado se recibe como una invasión, dependiendo del grado de confianza que tengas con la persona con la que interactúas. Te invito a leer sobre proxemia, o el estudio del arte de las distancias en la comunicación.

Gestos de impaciencia, como movimientos inquietos o distraídos de manos, piernas, pies o cabeza… No hace falta que te diga que contradicen de plano las afirmaciones de atención plena.

¿Y ahora tienes que ser un robot pensando en qué postura poner en cada momento? Pues no. O sí. Un poco. Por lo menos al principio, hasta que el hábito te ayude a llevar las posturas más adecuadas a cada uno de tus mensajes. Como mínimo, tenlo en cuenta. Recuerda que lo que dices está muy bien, pero si eso que dices se ve confirmado por cómo lo dices, tu mensaje será mucho más efectivo. Para eso deberías empezar por observarte más, y desarrollar una mayor autoconciencia y control sobre tu lenguaje corporal. Ese es el primer paso hacia una comunicación auténtica, influyente y efectiva.

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