Tendemos a pensar, a veces, que el estado de ánimo va implícitamente unido a la motivación y no siempre es así. El estado de ánimo de La Palma debe estar en una temperatura ideal porque, teniendo en cuenta que el objetivo es mantener la categoría y que su puntaje cumple el guión, no tiene motivos para afligirse. Sin embargo, otra cosa es la motivación, que se genera, se provoca, se encuentra o no se encuentra. Todo lo contrario resulta en el Ayamonte, que su estado de ánimo no debe ser el deseado pero tiene la motivación extra de acercarse al objetivo. Así se presentaban en el derbi, con intereses encontrados y esos detalles determinaron la primera parte, en la que el conjunto de Ceballos estuvo muy por encima del equipo de nacho Molina, desdibujado, fallón, consentidor y sin espíritu. Chacón, que pasaba por allí, minutos 14 y 38, aprovechó los regalos de la lamentable defensa local para adelantar a su equipo en dos ocasiones.

Hay detalles que marcan el paso y uno de ellos fue la intensidad de los entrenadores. Mientras Ceballos se dejaba la voz, Nacho Molina asistía a la cita pausado. No es que el sevillano sea muy efusivo, pero dio la impresión de que intuía lo que estaba pasando. Las ausencias de Andrés, Zaca y con Juan Becken sentado en el banquillo, era una losa demasiado pesada, entre otras razones porque estos futbolistas, aparte de lo que aportan en el aspecto futbolero, son espíritus indomables, con lo que contagia eso.

Se sintió tan superior el Ayamonte que el conjunto de Ceballos desatendió la intensidad por un momento, y eso le costó encajar el primer gol en un minuto doloroso, cuando se veía en clara ventaja antes del descanso. Gabi, de los pocos que le puso imaginación, se inventó un penalti que él mismo transformó. Minuto 44 de partido. Mal menor para los locales, que apenas merecieron nada en la primera mitad.

Algo debió pasar en el descanso en el vestuario de La Palma que los condales saltaron al partido con la motivación a mil por hora. La charla del entrenador y dos cambios, Juan Becken y Prieto por Yannick y Omar, fueron suficiente para que La Palma acumulase dos ocasiones clarísimas en dos minutos. La primera para Prieto que la tiro fuera a dos metros de la portería y la segunda, un remate de Gabi para lucimiento de Maqueda. Julen, que no quería ser menos, le sacó una a Chacón como gato panza arriba. Todo eso en apenas 10 minutos, con faltas varias, tarjetas y en medio de la locura, desatadas todas las hostilidades.

Volvemos a la motivación y al estado de ánimo. En cuanto encuentras lo primero y tu estado de ánimo es el ideal, entonces la tormenta se desata y hasta Nacho Molina, de natural sosegado, se excitó con el empate de su equipo. El sevillano, viendo que no la alcanzaba con lo del descanso, siguió metiendo mecha a la dinamita. Buba y Sofián al partido. Y así, con una galopada de Carlos Martínez por la izquierda, puso un centro medido y Gabi, el otro protagonista del partido conjuntamente con Chacón, se suspendió en el aire para marcar un golazo de cabeza.

Ya no había límites, ya poco importaba la situación en la tabla. Era vivir o morir para el Ayamonte y ganar medio cielo para La Palma. A los 73 de partido, Carlos Martínez veía la segunda amarilla y dejaba a su equipo con diez.

Los quince últimos minutos fueron indescriptibles. A La Palma le importó bien poco estar con uno menos y se lanzó a tumba abierta, acumulando ocasiones de todos los colores, incluido un tiro al palo de Manolo Suárez mientras que el Ayamonte lo intentaba por decencia torera por tener uno más y empujado por su situación de agonía. Al final, reparto de puntos en medio de un partido que rompió aguas, fronteras y que tuvo héroes destacados, los dos porteros y los dos delanteros. Es posible que el Ayamonte se lama las heridas por ese cero a dos del principio. Pero analizado el asunto, se debe dar por satisfecho, porque La Palma se desató y pudo acabar goleando.