Festival de Jerez

Carlos Rodríguez Ballet Flamenco Company, Picasso llevado a la danza

Escena del espectáculo 'Eterno' en el Villamarta.

Escena del espectáculo 'Eterno' en el Villamarta. / Miguel Ángel González

El Día de Andalucía se ha celebrado en el Festival de Jerez con un espectáculo homenaje a Pablo Picasso, icono cultural andaluz por antonomasia. La compañía del bailarín y coreógrafo Carlos Rodríguez ha sido la encargada de poner en pie un espectáculo que surge con la idea de expresar en forma de danza el proceso de creación artística y la propia obra de Picasso. En tiempos de inmediatez, la propuesta ha sido volver a un referente atemporal y eterno, aprovechando que en 2023 se cumplía el 50 aniversario de la muerte del pintor.

El espectáculo ha contado con una nómina ecléctica de artistas invitados, entre ellos el director de la Compañía Nacional de Danza, Joaquín de Luz, o Miguel Angel Berna, el bailarín de la película Jota de Saura, del cineasta Carlos Saura. El contrapunto lo ha puesto La Lupi, que además de aportar el toque más flamenco, también ha aportado el toque más malagueño, en sintonía con el homenajeado. En palabras de La Lupi, el espectáculo era de “una envergadura inmensa y de una calidad técnica operística”.

Eterno se abre con una suite flamenca de danza española que recrea la llegada de Picasso a París, los orígenes creativos del artista, llenos de estímulos e inspiración. Para esta primera parte, Eterno ofrece un repertorio de danza española, con una incursión al estilo más clásico protagonizada por Joaquín de Luz. Picasso resulta apenas imperceptible, tan solo algunas proyecciones con referencias al artista sitúan al espectador.

La segunda parte ha ofrecido desde el inicio unos apuntes más vanguardistas, en sintonía con la fase cubista de Picasso, y es aquí donde el artista toma el protagonismo de la obra. La música, compuesta por Lucas Vidal y Manuel Urbina, ha oscilado durante todo el espectáculo en pasajes más sinfónicos alternados con otros más contemporáneos y algún toque electrónico. La música en directo ha sonado gracias al violín de Roberto Jabonero, la percusión de Julio Alcocer y las guitarras de Daniel Jurado, Pedro Medina y Ricardo Vázquez.

Eterno se construye a golpe de efectismo, con una música muy épica y un juego de luces y coreografía que busca, a veces demasiado, la grandeza del espectáculo. La suite flamenca tiene algunos momentos realmente exquisitos, en especial cuando más se acerca a la danza española; mientras que la segunda parte se mueve por un terreno, en música y danza, mucho más contemporáneo. En conjunto, no sabemos si por influencia del artista malagueño, el espectáculo resulta desfragmentado, pero en el cubismo, aunque las distintas partes de un todo tengan autonomía, guardan una coherencia interna. En Eterno, estas piezas bailan por libre. Las preguntas que se plantea Eterno en torno al proceso creativo de Picasso no terminan de materializarse, todo parece quedarse en un esbozo, y aunque la segunda parte sea más explícita que la primera, la primera ofrece momentos más interesantes. Entre ambas, algo se diluye.

Al margen de las motivaciones personales de este espectáculo (cada artista debe ser honesto con sus referentes), los homenajes, tan empleados en las artes escénicas y en el flamenco, pueden ser un punto de partida excelente para revisitar figuras universales de las que siempre se puede seguir aprendiendo y para que los nuevos públicos puedan acceder a artistas de generaciones anteriores, pero también se corre el peligro de encerrar al espectáculo en un laberinto sin salida, con demasiada carga —positiva, pero también negativa—, detrás.

No estaría mal dar un respiro a los clásicos (Lorca, Picasso, Lola Flores y tantos otros), y aprovechar la oportunidad para homenajear a otros nombres menos visibles. Esto supondría, quizás, una tarea mucho más estimulante para los artistas, un terreno fértil donde poder crear con mayor libertad, y para el público, el regalo de descubrir dos universos distintos y desconocidos.

 

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