Opinión

Elogio al portero del edificio, entre la ficción y la vida real

Fernando Tejero como Emilio en 'Aquí no hay quien viva'

Fernando Tejero como Emilio en 'Aquí no hay quien viva'

La  más que recomendable comedia negra argentina El encargado es la versión más siniestra de nuestro Emilio, el portero de Aquí no hay quien viva. Fernando Tejero fue el alma a ras de suelo para que el edificio de la calle Desengaño fuera una ensalada tan atinada de personajes con unos intérpretes inspirados como nunca. Todo salía sobre ruedas casi sin querer.

Emilio era la diana, el centro desdichado de los desdenes de los habitantes, en su mayoría gente mayor. O no tan mayor, pero muy rancia. En Aquí no hay quien viva los ancianos son villanos que actúan contra los jóvenes, sometidos y anulados, sin esperanza. ¿Estaban Alberto y Laura Caballero dibujando el siglo XXI? Por eso Aquí no hay quien viva sigue siendo tan viral y actual. Tan vista como añorada.

En El encargado, en Disney +, es el portero el villano, el tipo siniestro que controla la colmena. El sutil Guillermo Francella es ese señoro con doble y triple cara del que nunca nos deberíamos fiar pese a su sonrisa ladeada y su impostura tan servil. Emilio, a veces ingenuo, lazarillo con escoba, representa la picardía superviviente que siempre ha representado a nuestro país. Cuando asciende a un edificio pijo se desmotiva y añora a sus queridos maltratadores.

Ya en la vida real, Julián, el conserje de los edificios del horrible incendio de Valencia, representa a esa buena gente que ocupa los puestos de trabajo en ocasiones invisibles y con ese carácter de abnegación que en muchas ocasiones rebosa de generosidad.

Responsabilidades que parecen menores y más valiosas de lo que parecen. Su afán de ir avisando casa por casa cuando las llamas crecían por segundos es de esos gestos que hacen creer en la humanidad. Y en la profesionalidad. Un ejemplo que despierta tanta admiración como ternura. Los homenajes que debe recibir serán pocos para los que se merece de verdad. El portero, el conserje. Ese busto que a veces no recibe un simple buenos días nos ha dado la más simple lección de saber qué hacer y estar en el sitio. Esas cosas que nunca se pagan como se debería.

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