Provincia

El espectáculo de la naturaleza

  • La Saca de las Yeguas vuelve a brindar un año más escenas sin par rememorando una de las tradiciones más imperturbables que se conocen · Más de 300 yegüerizos participan en el colorido acto

La belleza de la naturaleza en su estado más virginal. Más de un millar de potros salvajes galopando al cobijo de sus madres abandonan de forma abrupta la marisma que los alimentó para iniciar un camino sin retorno, en el que quizás algún día regresen a las órdenes de las sabias manos de los yegüerizos, que los utilizarán para reconducir el ganado del que un día formaron parte.

Así se escribe la tradición de la Saca de las Yeguas (regularizada en 1504 por el duque de Medina Sidonia), que ayer volvió a brindar un espectáculo sin par, rememorando una de las tradiciones más imperturbables y atemporales que se conocen. A pesar de los más de cinco siglos de historia que le contemplan, su esencia se mantiene impoluta y ajena a cualquier cambio social.

Como marca la tradición, cuyo legado hoy conserva la Asociación de Criadores de Ganado Marismeños de Almonte, desde primeras horas de la mañana cerca de 300 yegüerizos, agrupados en 18 tropas, se adentraron en la marismas para recolectar el ganado que durante el último año ha estado pastando y viviendo en estado semisalvaje en señeros parajes de Doñana como Marismillas, Las Nuevas, el Rincón del Pescador, la Vuelta de la Madre, Mastagorda o El Lobo.

En su peregrinaje de regreso a Almonte, nuevamente el Santuario de la Virgen de El Rocío fue el escenario elegido por la mayoría de almonteños, visitantes y turistas que se acercaron a presenciar las tres manadas en las que se dividió el más de un millar de reses que este año salieron en estampida de Doñana. Quizás para evitar las altas temperaturas, el primer tropel de ganado pasó frente al templo religioso pocos minutos después de las 11:15, pillando por sorpresa a gran parte de público que esperaba su paso al medio día.

En la segunda tanta, un potrillo puso en jaque a los yegüerizos, que no conseguían meter en cintura al rebelde animal que, al galope, esquivaba con enorme soltura las varas con la que los jinetes trataban de reconducirle para que se sumara a la manada. El imberbe corcel se escapó hasta la explanada de la plaza, donde se celebra la misa de Pentecostés. En este espacio, varios hombres a pie trataron de disuadir al animal blandiendo los brazos. Un camarero de uno de los bares de la zona trató de hacer lo propio, sin éxito. El descaro del equino fue tal que hizo caso omiso al alto de un agente de la autoridad, al que dribló mostrando su madera y raza. Un ejemplar que muchos querrán rifarse previendo que en un futuro sea capaz de mostrar esa misma valentía y destreza frente a un toro bravo.

Más allá de la anécdota, la imagen se convertiría en una de las muchas instantáneas que quedarían tatuadas en la retina de los miles de personas que ayer volvieron a darse cita en la aldea para presenciar este espectáculo lleno de singularidad. Precisamente, el único paralelismo de esta tradición lo encontramos en La Estrada, un municipio gallego con el que Almonte está hermanado y donde se celebra un ritual llamado la Rapada de las bestias, en el cual los hombres se abalanza encima de los caballos para derribarlos y cortarles las crines, representando la dominación del hombre sobre el animal al que se le despoja de sus señas de libertad. En cuanto a las reses marismeñas, estas llegaron ayer al Recinto Ganadero Municipal en el núcleo matriz, en cuyas hectáreas de terreno se llevará a cabo, hoy miércoles, la tuza de las crines, se acicalará a los potrillos y se les colocará sus herrajes en los cascos. Tras ello, yeguas y futuros sementales serán puestos a la venta para los profesionales y particulares, recuperando los tratos, donde se ofrece dinero o especies por los caballos morfológicamente más aptos.

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios