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¿Maquis en Huelva o luchadores anónimos?

  • Juan Rosa Gómez Moreno narra las andanzas de su hermano El Cerreño, "un luchador por su subsistencia y contra las injusticias"

En el coqueto y bien cuidado cementerio de San Marcos del pequeño municipio andevaleño de El Almendro (839 habitantes), junto a los montes que lo vieron primero crecer, y después esconderse y huir, hay una tumba donde yacen los restos de Francisco Gómez Moreno, apodado El Cerreño (El Almendro 2-10-1909 / Bruselas 17-06-1983).

Un valiente casi anónimo que lideró durante muchos años una de las partidas más importantes -si no la principal-, de luchadores por su subsistencia y contra las injusticias. Todo ello en uno de los tiempos más oscuros de la reciente historia de España: la dictadura franquista. Una forma de vida por la que pagó un alto precio, dadas las intensas y continuas persecuciones, detenciones, condenas, confinamientos, huidas e internamientos en campos de trabajo a las que se vio sometido hasta su exilio final en Bélgica, donde pasó sus últimos años.

Su casa era conocida como "la Posada" porque "todo el que venía era acogido"

Sin entrar en la disyuntiva de si Francisco Gómez Moreno fue un maqui o no. ¿Eso que importa?. Lo que está claro es que fue un valiente, y que dedicó su vida a luchar por su propia subsistencia, por la de quienes le rodeaban, y contra lo que consideraba injusto.

El escritor ayamontino Eladio Orta lo tiene claro y, en su libro El camino de la Raya (Editorial Niebla, 2018) afirma que las leyendas sobre los maquis "siempre estaban en otras partes, Asturias, León… (…) Siempre en otros lugares, respirando otros aires, escapando de otras emboscadas"; y en clara alusión a El Cerreño, y a quienes le acompañaron, añade que "vivir abrazado al Andévalo occidental por la cintura del río Guadiana, rozarse los pies en los vados inclinados de los cabezos (…) y no saber que la partida de Francisco El Cerreño resistió en la zona (…), es ser un inculto analfabeto de la resistencia".

Pero también lo tiene muy claro su propio hermano, Juan Rosa Gómez Moreno, que cumplirá 94 años en abril, que vive en El Almendro, y que con 22 años menos que El Cerreño es prácticamente el único testigo vivo de sus andanzas, en muchas de las cuales también participó. Para él "no éramos maquis. Éramos contrabandistas". Así de rotundo se manifiesta al respecto para Huelva Información, añadiendo que "eso nos permitía comer. De otra forma no había nada que hacer. Había que jugársela ahí, en la frontera".

Pero en la completa radiografía que Juan Rosa hace de su propio hermano también lo define como "una figura muy conocida, muy culto y, para el Movimiento, el principal criminal de todo lo que se movía por aquí". "Mi hermano era una buena persona -añade-, noble al máximo, no tenía nada suyo y no se le ponía nada por delante porque era muy decidido y a nada le tenía miedo". "Era muy de izquierdas, muy socialista, y trabajó mucho por los demás, incluso arriesgando su vida" concluye.

Juan Rosa y Francisco se criaron en una familia de seis hermanos (4 hombres y 2 mujeres), hijos del matrimonio formado por Gaspar Gómez Mora y Lucía Moreno Polo. "Éramos gente trabajadora, vivíamos del campo". Pero con la "particularidad" de que su casa de El Almendro era conocida como "la Posada" porque "todo el que venía por aquí era acogido y cobijado por mi madre". "La gente dormía hasta en los pajares -recuerda-. Portugueses que venían de la cárcel de Huelva medio muertos, famélicos. Hasta un oficial de la resistencia portuguesa estuvo en ella seis meses "hasta que le conseguimos un pasaporte falso y se fue a Bélgica".

Siempre llevados por su hermano mayor, en La Posada también paraban muchos españoles que, huyendo del Régimen, intentaban cruzar a Portugal. Muchos habían salido (o se habían fugado) de la cárcel de Huelva, añade. Juan Rosa recuerda que una noche llegaron a coincidir hasta 14 miembros de una misma familia. "Dormían hasta en el doblado, y tuvimos que prepararles los documentos falsos para irse a Francia por Portugal".

Igualmente rememora el caso del secretario de Largo Caballero, del que no recuerda el nombre, pero al que con sólo 16 años ayudó a pasar a Portugal. "Con esa edad yo no sabía nada, pero mi hermano me dijo que me encargase de él. Era un día de calor tremendo y cuando cruzamos la Raya iba destrozado, con los pies ensangrentados…". "Ay si Miguel Hernández hubiese venido por aquí -lamenta resignado-. A ese muchacho no le habría pasado lo que le pasó, pero lo intentó por Rosal, y lo cogieron".

Al otro lado de La Raya estaba Portugal. "Llegar allí no solo suponía la libertad -indica- sino también salvar la vida". Sin el apoyo del pueblo portugués las actividades de El Cerreño y su partida no hubiesen sido posibles. Un hecho que "agradeceré eternamente" a los portugueses.

En dicho país estaba Joâo Carrasco, amigo íntimo de El Cerreño y como él siempre perseguido por el fascismo español y portugués. Su casa, en la pequeña freguesía de Santana de Cambas (Mértola), a pocos kilómetros de la frontera, era el espejo de La Posada al otro lado de La Raya. El primer refugio para quienes lograban cruzarla huyendo del Régimen. "Hasta mi hermano, cuando aquí las cosas se ponían feas, pasó allí años" añade. La casa de Carrasco "estaba siempre abierta para dar cobijo y comida a todo el que llegaba huyendo de España", concluye. Su fachada luce ahora una placa en la que se lee: "Em memoria de Joâo Carrasco, por uma vida dedicada à luta contra o fascismo e pela sua solidariedade com os republicanos espanhóis. O teu exemplo continua vivo na luta irmâo!".

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