Gente de Aquí y Allá

Hermenegildo Gómez González: Torreviro, el mar, la mar, solo la mar

Hermenegildo Gómez González.

Hermenegildo Gómez González. / M. G.

Todas las mañanas un grupo de marineros jubilados se van andando por la calle Ancha y, al llegar al muelle de donde tantos días salieron a pescar, hacen un alto y ven los barcos salir o llegar, sintiendo nostalgia de sus tiempos de marineros. Siguen su ruta por el paseo de la ría, hablando de sus cosas, hasta llegar al espigón y caminan por él hasta el final, donde está el faro. Allí hacen una parada para ver el mar, a veces embravecido, y se quedan sin habla, callados, mirando al infinito. Es un momento mágico para cada uno de ellos, recordando aquellos tiempos en que desde su barco solo veían agua y cielo.

Hermenegildo es uno de estos marineros que cada día, como si de un ritual se tratara, no falla a su cita con la que fue su vida, el mar, la mar, solo la mar, como el poema de Rafael Albertí. Nació en 1947 en Punta Umbría, en la céntrica calle Delfín, perteneciente a una amplia familia local conocida como los “Torreviros”, dedicada siempre a la mar. El apodo de se lo pusieron a su padre por sus expresiones en la ría con su “patera”, pues para torcer y cambiarla de sentido repetía una y otra vez lo de virar.

Su padre vino a Punta Umbría desde Lepe y era propietario de barcos de pesca. Por eso Hermenegildo, tras pasar por el recordado colegio de “La cabrita” y los llamados “Grupos escolares”, se embarcó al cumplir los 13 años en la “María del Carmen” y la “Juana y Antonio”, junto a algunos de sus hermanos. Tenía ocho hermanos y, por cierto, uno de ellos, más pequeño que él, es el padre de un buen compañero que he tenido durante muchos años en el ayuntamiento, el arquitecto municipal José Antonio Gómez Tinoco, magnífico profesional con el que tengo muy buena amistad y, a pesar de que ya no trabajamos juntos, seguimos teniendo una fantástica relación.

Hermenegildo se casó a los 27 años con una extraordinaria mujer que conoció paseando por la Plaza Pérez Pastor. Ella había venido del pueblo minero de Tharsis y tengo el gusto de conocerla. Tuvieron tres hijos, dos chicos y una chica llamada Rocío, que tiene una tienda de moda en la calle Ancha y que es la esposa de mi gran amigo Manolo de la Corte.

Mientras Hermenegildo iba a pescar cada día junto a sus hermanos, el padre se quedaba en tierra arreglando y haciendo redes para que sus hijos pudiesen pescar, con la suerte de que eran barcos que salían y volvían en el mismo día o, como mucho, al día siguiente, con lo cual veía a su esposa y a sus hijos diariamente, cosa que no pueden decir todos los marineros.

Iba “a la caballa”, como aquí se suele decir”, y también “al boquerón”, aunque pescó “al trasmallo” y también “al arrastre”. Hizo de todo en la mar y, afortunadamente, nunca tuvo ningún percance porque cuando el tiempo no estaba bueno, ese día no salían a pescar o, si estaban pescando en la mar y veían que se ponía mal o se “barruntaba” que podría producirse temporal, enseguida recogían y se volvían a tierra. Me dice Hermenegildo que el mal tiempo era sinónimo de roturas y averías y, seguramente, esa acertada prudencia fue la clave para no haber tenido ningún percance gordo nunca en altamar. Lo que sí recuerda es haber rescatado a algún náufrago flotando en el agua y haberlo llevado a tierra. Y me cuenta que una vez se encontraron un cadáver en la barra de Ayamonte, en la desembocadura del río Guadiana, y lo trasladaron hasta el puerto de Isla Cristina.

Con solo 58 años se tuvo que jubilar, porque entonces era la edad que tenían los trabajadores del Régimen Especial del Mar, algo se le hizo muy cuesta arriba porque se sentía muy joven como para tener que irse a su casa y le costó mucho acostumbrarse a su nueva vida. Hoy ya lo lleva mejor, porque como dije al principio, se suele dar sus paseos con sus amigos, que están en sus mismas condiciones, además de salir todos los días con su esposa a tomar café y alternar con las muchas amistades que tienen en el pueblo. Hermenegildo es una persona muy activa, que disfruta mucho de la vida y nunca se queda en casa, como hacen muchos jubilados.

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