En el pasado año se produjeron en España 1.196.425, de los cuales 826 fueron mortales y más de 4.700 fueron consideradas graves. Y eso sólo sería una parte del problema, porque deja fuera a toda esa población que se encuentran en la economía sumergida, o con patologías no reconocidas como enfermedad laboral. Y si queremos ampliar la mirada veremos que en el mundo murieron 2,7 millones de personas por accidente o enfermedades laborales. Una barbaridad.

Es, en parte, consecuencia de este sistema economicista, que ha desplazado a la persona del centro, y prioriza la generación y acumulación de beneficios por encima de cualquier otro criterio. Por eso encontramos precariedad, jornadas laborales insostenibles, trabajo infantil y un largo etcétera de barbaridades que nos retratan como sociedad. Las secuelas no son solo personales y familiares, sino también sociales pues inciden en la convivencia y en las relaciones, convirtiéndose así en un problema político que requiere una respuesta también política.

Es sencillo: hay que colocar la Vida en el centro. La economía no es más que el intercambio de bienes y servicios para facilitarnos la vida, para organizar la producción y la distribución de alimentos, de utensilios, el acceso a la salud o a un montador de mobiliario. La economía no es, no debe ser, una herramienta para acumular riqueza, y eso, justamente eso, es el capitalismo.

Para el capitalismo todo debe estar al servicio de la acumulación de capital. Las personas trabajadoras son, en ese engranaje, meras herramientas, prescindibles, sustituibles. Los accidentes laborales son meros daños colaterales. Si hay que sacar minerales de un hueco minúsculo y lo más rentable es meter niños a realizar ese trabajo se hace y punto.

Hay que defender la vida por encima del beneficio, la dignidad de la persona por encima de la productividad y el bien común por encima de los intereses personales, es preciso generar movimientos de solidaridad que defiendan la salud y la seguridad en el trabajo, implicando a otras personas y colectivos, potenciando el asociacionismo, para que se conviertan en interlocutores con las administraciones; los sindicatos juegan un papel esencial en la prevención y en la exigencia del cumplimiento de la normativa laboral.

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