Los movimientos xenófobos, racistas y fascistas se han abierto paso en la culta Europa con fuerza. En toda Europa, partidos ultraderechistas y totalitarios amenazan con ser mayoritarios tras las próximas elecciones europeas. La pobreza y la desesperación suelen ser un buen caldo de cultivo para que una parte de la población empiece a sentir al extranjero pobre como un enemigo. Vienen a quitarnos el trabajo, nos están invadiendo, cada vez hay más negros y más moros son algunas de las frases que ya empiezan a escucharse en las calles y plazas de nuestro barrio o de nuestro pueblo. Es curioso y peligroso cómo el sistema es capaz de convertir a los pobres en enemigos de los que cada vez están siendo más pobres.

El desprestigio de la clase política, los altos niveles de corrupción, el secuestro financiero de la democracia, la falta de conciencia son otras de las causas que colaboran al ascenso de la ideología totalitaria en los países europeos. En el nuestro, el ascenso de la ultraderecha viene acompañado del co-gobierno en algunas comunidades autónomas con el PP. En dichas comunidades no dudan en recortar libertades, quitar derechos a los inmigrantes o suspender leyes contra la violencia de género o de memoria histórica, así como la prohibición de actividades culturales peligrosísimas para la libertad de expresión... El escepticismo de la población ante la posibilidad de un cambio de escenario distinto también colabora al resurgimiento de los totalitarismos. Y hay que ponerle freno, no podemos consentir que el odio al inmigrante y el uso de la fuerza vuelva a ser el día a día de nuestro país o del continente europeo. Hay que empezar a trabajar con fuerza para poner freno a tantos descerebrados. Y eso sólo podemos hacerlo desde el compromiso cívico por un mundo abierto al mestizaje, desde la unidad de los empobrecidos, independientemente del lugar del que procedan, desde políticas solidarias.

Se hace necesario pues volver a prestigiar la política, meter el dedo en el ojo de la corrupción, sean Koldos o parejas de presidentas los corruptos, transformar este sistema financiero genocida e injusto en otra forma mucho más justa y mucho más humana de organizar la economía y las relaciones. Es la hora de la revolución de la esperanza, es la hora de la solidaridad y la justicia. O empezamos ya o, tal vez, mañana habremos de lamentar nuevas dictaduras y nuevos odios en la civilizada Europa.

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