La secta sanchista

Pedro Sánchez lo es todo; es el líder y tienen que demostrar que lo idolatran

La vida interna de los partidos tiene sus peculiaridades. Así, por ejemplo, lo mismo que en las elecciones para las instituciones todos intentan sacar más representantes que las otras formaciones, dentro de ellos, también existen luchas de poder; a veces, abiertamente y,otras, de manera muy sutil, como quien apuñala con una sonrisa. Tampoco es extraño que las discrepancias se disparen hasta llegar a un nivel de crudeza que, como poco, se cree un clima bastante tenso y agrio. No obstante, en general, se procura que estas disputas no salgan a la luz, apoyándose en el dicho de que los trapos sucios es mejor lavarlos en casa. Sólo algunos pueden permitirse el lujo de señalar algunas diferencias en sus declaraciones, pero sin que sean excesivas. Por definición, los partidos fomentan el hermetismo de lo que sucede en su interior. Ahora bien, existen circunstancias en las que las discrepancias y disputas se minimizan casi por completo, tal que parecen una balsa de aceite. ¿Y cuáles son? Pues una de ellas es cuando se aprecia una subida sostenida de las expectativas electorales y, otra, cuando se ha alcanzado efectivamente el poder. ¿Y por qué? Pues porque, en el primer caso, muchos de los que tienen ambiciones políticas no quieren estropear nada para estar bien situados y, en el segundo, porque cuando se ha logrado el mencionado poder, al líder se le acrecienta grandemente su capacidad para callar bocas a través de cargos diversos, tanto orgánicos como institucionales o laborales. Es en esta situación cuando las organizaciones corren más el riesgo de extremar el sectarismo; estableciéndose, por una parte, una falaz demarcación entre lo bueno -identificado con lo que decida y haga el partido- y lo malo -representado por los adversarios, que podrán ser en alguna medida redimidos si no van en su contra- y, por otra, un culto al líder que a ojos externos puede presentarse como vergonzoso, ridículo o insultante. De esta guisa es como ha ido evolucionando dentro del PSOE una secta sanchista, gracias a que Sánchez hace, sin escrúpulos, lo que haga falta para mantenerse en el poder y nadie le rechista, y quien lo hace, es con muchísima cautela. Como muestra de este proceso tenemos los orquestados aplausos de sus ministros en La Moncloa y los de la bancada socialista en el Congreso, saltándose el acuerdo sobre el aforo, el pasado miércoles. Dos espectáculos patéticos y lamentables. Pero ya se sabe, Sánchez lo es todo; es el líder y tienen que demostrar que lo idolatran.

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