Las reacciones inmediatas

El negativo encaje de los resultados recuerda al mal perder en los juegos de niños y adolescentes

Quizás sea la primera vez, en la reciente historia española, que unas elecciones autonómicas hayan tenido tanto interés como las últimas celebradas en Madrid; sobre todo, por las posibles repercusiones de sus resultados en otras comunidades y en el gobierno de España. Aunque ya ha habido algunas, como las primarias en el PSOE andaluz y la dimisión de Pablo Iglesias de sus cargos, todavía está por ver qué otras pueden darse, como, por ejemplo, si habrán llamadas a las urnas en Andalucía o Castilla-León. Obviamente, aún tendremos que esperar, no queda otra, y mientras no nos queda más remedio que ir valorando lo que vaya sucediendo en el día a día. En este sentido, lo más llamativo es que resultan sorprendentes las reacciones habidas de algunos dirigentes socialistas como de otros destacados personajes podemitas. Entre los primeros, hay que salvar a Gabilondo, quien felicitó a Díaz Ayuso por su triunfo y reconoció la derrota, sin echar balones fuera. Por supuesto que es muy lícito estar en desacuerdo con la gestión y discurso de la ganadora de los comicios, así como achacar, con moderación, la pérdida de votos a factores externos de sus partidos, pero lo que no es aceptable es que lo que se manifieste vaya fuertemente teñido de desprecio, incluso personal, de la candidata; una subestimación que ha alcanzado hasta los votantes que le han otorgado su confianza, como ha hecho, entre otros, el preclaro -es ironía- cofundador de Podemos, Juan Carlos Monedero, que ha afirmado que los que ganan 900 euros y han votado a la derecha no le parecen Einstein. Me pregunto si a él se le pasa por la cabeza que es el equivalente en ciencias políticas, porque si es así no habría otra opción que responderle con ese "jajaja" al que recurre tanta gente en los mensajes en las redes sociales. El negativo encaje de los resultados recuerda al mal perder en los juegos de niños y adolescentes que van camino de alcanzar la madurez, con la diferencia que estamos hablando de personajes suficientemente adultos y experimentados en política. La cara ante los medios del ministro Ábalos en la noche electoral dio apoyo de confirmación a aquello de que una imagen vale más que mil palabras. No tuvo un rostro de pesadumbre, ni de preocupación, ni siquiera de abatimiento, sino de enfado, de a quien lo que de verdad le apetecía era reñir a los ciudadanos porque se habían atrevido a votar más a un partido distinto al suyo. Los populismos sanchista y podemita nos han traído estos lodos.

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