Mi oficio desde 'chiquetito'

A veces me pregunto si esta sociedad de lerdos sabe a lo que se expone cuando maltrata este oficio como lo hace

Soy periodista desde chiquetito. Policía y bombero, también, claro, pero con esto del periodismo es con lo que me quedé. Me crié escribiendo historias en muestras amarillentas de papel de rotativa. Lo doblaba en cuartillas y construía periódicos que eran puzzles inverosímiles de dibujos, títulos y letras, sin orden ni concierto para nadie que no fuera yo mismo. Con la experiencia fui pillándole habilidad. Mejorando el sistema, y conseguí hacer cosas más dignas. Aún guardo uno de mis librillos. De vez en cuando, cuando lo encuentro en algún estante o algún cajón (no sé por dónde andará ahora, aunque siempre ha ido por libre), lo abro, lo huelo y lo recuerdo todo. De dónde vengo, ya sabéis, y hacia dónde quería ir. Lo he sido toda mi vida, lo de periodista. En la adolescencia, por ejemplo, hacía revistillas y algunos programas de radio, reales y ficticios, e incluso monté con los colegas un par de shows de televisión que fueron la comidilla de la pandilla. Supongo que todo el mundo sabía ya lo que iba a ser de mayor, así que no hubo sorpresa y en el 97 ya estaba metido en la redacción de un periódico, en este que leen ahora, ganándome la vida, la subsistencia más bien, y sobre todo aprendiendo de un montón de gente buenísima. Gente que amaba, y que ama, su trabajo. Que solo quería hacerlo bien, o al menos lo mejor que podía. Gente que se dejaba el alma, el futuro, el sueño y la salud por el camino, porque quería contarnos a los demás lo que pasaba en su provincia. Porque quería informar. Ser útil. Los vientos me llevaron a otros puertos (nunca estuve dispuesto a sacrificar según que cosas, y este trabajo te obliga a hacerlo), pero siempre, en cada sitio, a cada momento, me he ido encontrando con gente así, como de esos de los que aprendí tanto. Gente que, con sus virtudes y sus defectos -más de lo primero que de lo otro-, a menudo con sus silencios, limita su ambición a llegar al día siguiente en un oficio tan imprescindible, tan importante, que a veces me pregunto si esta sociedad de lerdos sabe a lo que se expone cuando lo ningunea y lo maltrata como lo hace. Sin pensar en lo que esos trabajadores se llevan por delante, en todo lo que roban a sus vidas y a las de sus familias, para sacar un informativo o un periódico adelante cada día. Por ellos, por esos viejos sabios y por estos jóvenes currantes, me indigno cuando, encima, viene un politicucho de aula magna y chaletazo en Galapagar, con un micro en la mano, a señalar con su intruso dedo. A ofender a esta profesión, a mi profesión. Como si lo que hacen Ferreras o Inda, lo que hace él mismo, hubiera sido alguna vez periodismo.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios