De nuevo el otoño

La arena, en la playa, está más húmeda, las conchas duermen su sueño salado, bajo las caricias de la marea

De nuevo estamos en esa estación, melancólica, romántica, suave, en que el espíritu nos invita a soñar. Hace dos días, el otoño golpeó a la puerta de mi corazón, para recordarme que cumplía un nuevo aniversario de mi vida, marcando en la balanza muchas décadas de alegrías, tristezas y cansancio, pero también, sin miedos, un tiempo nuevo de esperanza y de paz con muchas alternativas físicas cada día más insuperables.

Ha llegado silenciosamente ese otoño esperado que da paso al bullicio del verano, para sumirnos en la fantasía de un verso enamorado, largo y lleno de matices que embarga el alma, al compás de un nocturno de Chopin, o en la estela de un verso embrujado de Bécquer.

La mayoría de la gente joven pensará que estas disuasiones son tonterías. Sentimientos marchitos de quienes han subido muchos escalones de la vida. Pero cuando el otoño aparece todo se nos hace mas real, porque el año nos cambia el paso de la existencia para que la meditación, hecha música o poesía, silente o sonora se acerque más a nuestros pensamientos. Siempre entro en el otoño mirando al mar. Mis ojos se extasían en el horizonte azul, en esa raya infinita que une en la lejanía blanco de olas y celajes de cielo. La arena, en la playa, está más húmeda, las conchas duermen su sueño salado, bajo las caricias de la marea. Ya no hay huellas de quienes caminaron sobre ella, marcando pasos de ilusiones. Las olas implacables en su golpear, se llevan los últimos restos del estío. Hemos pasado un verano herido por las dudas y las amenazas de un virus que asoló al mundo entero. Un virus desconocido que tiene en jaque el futuro de la humanidad. El año de la Pandemia. Triste titulo que tenemos grabado en la mente. Un verano que pasamos en muchas ocasiones en la inconsciencia del peligro y en la desobediencia de las recomendaciones hechas para defendernos. Ahora la serenidad del otoño nos obliga entender la circunstancia que estamos atravesando y exigir a todos a cumplir lo establecido. La vuelta al trabajo (cada día mas deteriorado), el reinicio de los estudios (también en el aire) y el cierre del ocio nocturno, más vivo en los meses pasados, deben ser factores para poner valla a la epidemia insaciable de dolor, soledad y muerte. Quiero evadirme de la tristeza. Releo despacio mi libro "Canciones de soledad", la poesía juega con las irrealidades. Todo en un sueño en prosa. Cada hoja es un momento de vida. El libro, mi eterno compañero, sigue junto a mí. No será como esas hojas que el otoño ya está dispuesto a llevarse.

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