Charcos

Quizás

18 de julio 2025 - 03:06

No se equivoquen. Muchos políticos son arrogantes, carecen de sentido autocrítico, se expresan como adolescentes y cuando vomitan sus propuestas, resaltan más por elevar la voz, que por mejorar los argumentos que las sustentan. Mienten con la misma facilidad con la que convierten lo complejo en verdades absolutas; y no son personas de cultura sólida y amplia, sino usuarios incansables de las redes sociales donde no es necesario tener mucho vocabulario, las mentiras navegan libremente y se debate con titulares, y no con ideas. Pero cuando mienten, trasmiten entusiasmo y decisión. Y los públicos que los escuchan agobiados por las nuevas reglas de estos tiempos, se quedan prendados de su aparente solidez, cuando lo único que esconde su comportamiento es que se trata de memes vivientes, expertos en convertir las heridas que a todos nos produce el hecho de vivir, en la rabia capaz de llevarlos a ellos al poder.

Expertos en las posibilidades que ofrece la cultura audiovisual, entienden la comunicación como si fueran monologuistas o guionistas de algún programa barato. Pero engreídos como son, consideran que están en realidad escribiendo la Biblia de nuestro siglo y ¡El Arte de la Guerra” de Sun Tzu al mismo tiempo! Su única preocupación consiste en que lo imprevisible de sus comentarios, sea lo único predecible, con el objetivo de dar más titulares que un concurso de chismes en horario de máximo consumo, aunque sea a cambio de incendiar el suelo cultural común donde caben los encuentros entre diferentes.

Su principal característica es la autoestima. En los debates, se mueven con la elegancia de un rinoceronte en una tienda de porcelana. Nunca un dato contrario a sus tesis pondrá en entredicho el dogma indiscutible de que la última palabra es siempre la suya. Porque ellos no dudan, y carecen de la fragilidad e incoherencias de quienes intentan comprender las razones de los otros. Cada época tiene los personajes que se merece. Trump, Ábalos, Cerdán, Koldo, Ayuso, Netanyahu o Putin podrían participar en los espacios de entretenimiento que tanto nos gustan. Porque los héroes que viven con dignidad y sin conflictos, ofreciendo alegría a su entorno; nos aburren. Preferimos a los decididos que, como niños sin criterio, chapotean en charcos de agua y barro negro. Son malos tiempos para el blanco inmaculado y muy buenos para el juego sucio.

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