A ESTAS alturas de mi vida nadie va a impedir que las palabras salgan libres de mis dedos cuando teclean en el ordenador. No pudo hacerlo el dictador Franco y sus secuaces ideológicos, cuando ingresé en el ejército del Aire en 1972, ni lo hará nadie ahora. Y pueden hacer lo que deseen, mi nombre y mi fotografía están algo más arriba. Soy consciente de que, en algunos lugares autocráticos, los que opinan, salen convertidos en gases por las chimeneas de consulados, los envenenan, desaparecen sin más, o aparecen muertos en algún lugar con una balacera en el cuerpo.

Veamos de una vez. La derecha y la ultraderecha de este país y del orbe, están queriendo asentar como norma, como verdad indiscutible, que hay que retornar al pretérito y recortar derechos a la ciudadanía, cuando hace casi un siglo -diciembre de 1948- que quedaron reflejadas en la Declaración Universal de los Derechos Humanos, después de la hecatombe de la segunda Gran Guerra.

Cómo es posible que el antediluviano de Donald Trump tenga esa nube de adeptos incondicionales, que están dispuestos a morir por él si fuera menester. Pues los tiene. Y estuvieron a punto de cargarse el estatus de un país como EE. UU. con el asalto al Capitolio. Con el “emperador” ruso Vladímir Putin ocurre tres cuartos de lo mismo. Y allí quien habla, se muere en una cárcel o de una indigestión de polonio, si es menester. Quiero recordar que Adolf Hitler llegó a la cancillería alemana en enero de 1933, siendo líder de un partido nazi y en unas elecciones legales. Luego pasó lo que pasó, y es bueno tener memoria. Necesario, diría yo.

Cómo puede ser que un partido que pretende acabar con las comunidades autónomas y las diputaciones de este país -aunque estén en ellas-, además de recortar los derechos inalienables que nos corresponden, convertir a las mujeres en personas inferiores a los hombres, salir de la Unión Europea y de otros organismos internacionales, aparte de otras perlas, tenga en España la aceptación que va adquiriendo. Pues, ahí está también.

Pero, lo lamentable de todo esto, es que un partido constitucionalista como el PP esté pactando con ellos, tan ricamente.

Y debo aclarar, por si las moscas, que Pedro Sánchez no me gusta un pimiento y que pienso que se está cargando al PSOE. Pero, de Núñez Feijóo y de sus aliados -porque ya lo son-, me fío aún menos. Y para que quede claro, hace años que no milito en partido alguno. Pero, me queda la palabra, por ahora.

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