El misterioso caso de la acera 'retro'

"Mi acera es la metáfora de la desidia de unos dirigentes que permiten que Huelva se parezca cada vez más a un estercolero"

Todo el que me conoce sabe que soy un poquito friki. Tampoco es que vaya por la vida disfrazado de Vader o Spiderman ni ande por ahí saludando a la gente en vulcaniano, no llego a tanto, pero disfruto mucho con una camiseta chula de superhéroes o viendo una peli ochentera. Vamos, que me gusta lo retro y, no sé cómo, mi Ayuntamiento lo sabe. Os lo juro. Mi historia empezó con Perico aún en el trono municipal. (¿Veis? Es escribir 'trono' y venirme la musiquita: tin tin titotiii tan titotiiiiii -tuntururún, tuntururún, tuntururún-).

Bueno: Perico. Desde entonces lo saben. Vine a vivir a mi calle hace unos 14 años. Una zona medianamente céntrica de la capital, bien situada, con construcciones relativamente recientes. Algunos edificios administrativos e institucionales, su carril bici, sus aceras anchas... Todos los perejiles en un calle bien larga, de esas de ciento y pico números en la que, por alguna extraña razón, alguien olvidó poner la acera nueva en mi tramo. Mi acera es retro. Es la aldea gala del mundo del acerado. Imperturbable. El tiempo no va con ella. Por allí ha pasado de todo. Ono, Telefónica, Endesa, Aguas de Huelva… Todo cristo ha ido levantando el suelo y en cada una de esas he pensado que, ahora sí, la cambiaban. Pero ni de coña. Esa puñetera acera es eterna. Para explicar este Expediente X se me ocurren dos opciones. La primera, como os he dicho, que el Ayuntamiento como institución o Perico y ahora Gabi como alcaldes sepan de mis gustos y mantengan el acerado así por mí. Quizás como posibilidad suena algo descabellado, así que me queda la segunda: hay superávit de losetas de los noventa en algún almacén municipal y a quien sea que mande en eso, antes y ahora, le da exactamente igual que mi tramo de calle tenga más agujeros que la furgoneta del Equipo A.

Lo más triste de todo no es que mi acera de los noventa sea real, que por supuesto lo es, sino que es el síntoma de algo mucho peor. Es un icono de la dejadez. Mi acera es la metáfora de la desidia de unos dirigentes que permiten que Huelva parezca cada vez más un estercolero. Esos que mantienen, como si no fuera con ellos, las calles sucias durante semanas y que son los mismos que entierran yacimientos únicos bajo suelos de metacrilato, que remueven con excavadoras necrópolis tartésicas o convierten el entorno de la Fuente Vieja en la plazoleta de un barrio residencial. Los mismos que plantan tétricos cipreses en la escalinata de San Pedro o dejan los pocos jardines que nos quedan salpicados de malas yerbas y flores secas. Son los mismos que dejan pudrirse edificios históricos como si una epidemia de ruina se hubiera apoderado de la ciudad. Los mismos que no entenderán nunca que una ciudad solo es bonita cuando pasear por ella te hace sentir bien y que, sin eso, de nada sirven las excelsas fuentes ni los Huelvatesaludas que nos pongan en la puerta.

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