Veoúltimamente muchas fotos de vacunaciones en las redes sociales. Puede que al principio las fotos fueran para crear conciencia ante la actitud remisa de parte de la población, pero hoy son más bien una muestra de orgullo: estamos en un momento de euforia y todo el mundo quiere vacunarse. Es como el que enseña su cochazo o cuelga las fotos de un viaje para dar envidia: "Mira, soy inmune, me van a dar un pasaporte…". Hay ya una pequeña élite de afortunados, de elegidos, y muchos aspirantes a serlo, como sucede en tantos aspectos de la vida.

No es la única brecha que va marcando la vacunación. Dos terceras partes de las vacunas que se han repartido han ido a parar a los países ricos, mientras los 50 países más pobres solo han recibido hasta ahora el 0,1% de las dosis, esto es, una vacuna para cada mil habitantes. Aunque la ONU tenía un plan de distribución equitativa muy bien intencionado, el denominado COVAX, el Primer Mundo ya se lo ha saltado a la torera. A la desigualdad escandalosa ya estamos acostumbrados, esta es solo una evidencia más de las injusticias globales, pero también lo es de nuestra estupidez colectiva. Porque mientras el reparto no sea equilibrado volverán a surgir brotes en cualquier lugar del mundo. Aunque no queramos oírlo, es así: si la vacuna no es para todos, no sirve para nadie.

A esa ceguera de los ricos se unen los intereses de las poderosas farmacéuticas, que no están dispuestas a renunciar a su tajada. El régimen de propiedad intelectual imperante impide hoy día el acceso a la vacunación de buena parte de la humanidad; por eso más de cien países, encabezados por India y Sudáfrica, han pedido a los organismos internacionales una exención temporal de las patentes para permitir una producción descentralizada, es decir, que cualquier empresa local con recursos y conocimientos pueda sacar adelante su propia vacuna. Eso salvaría millones de vidas y sería la única forma de combatir eficazmente la pandemia. Aún no hay respuesta.

¿Podemos encogernos de hombros o quedarnos colgados del "sálvese quien pueda"? Sería, cuanto menos, poco inteligente. Además de tener que enfrentar una crisis sin precedentes, la Covid nos ha colocado ante un debate global insoslayable, sobre gobernabilidad, formas de producción y paradigmas distributivos. Porque, finalmente, la verdadera brecha es esa, la que separa los beneficios privados del bien común. Y, sin ambigüedades, ahí sí hace falta elegir.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios